Diario de León
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Publicado por
Javier Valenzuela | Vicepresidente de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA)
León

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Nunca antes nos habíamos encontrado en una situación como esta. Esta vez, dicen los científicos, ha sido un animal vivo, probablemente un murciélago, el causante indirecto de esta situación. Digo indirecto porque somos cada uno de nosotros los culpables directos de lo que está pasando. No vale mirar para otro lado. No. Ahora no nos queda más remedio que asumir las consecuencias, ser inteligentes y poner remedio a todo esto que nos está pasando.

La Naturaleza no puede más. Está enferma. Nosotros hemos provocado su enfermedad. Llevamos años destruyendo el planeta, talando millones de hectáreas de bosques y selvas, esquilmando los mares, realizando cambios en el uso del suelo, llevando a cabo una sobre explotación ganadera, consumiendo sin criterio…

Uno de los datos más impactantes que esta situación global ha sacado a la luz es que el 70% de las enfermedades, de los últimos cuarenta años, han sido trasmitidas desde los animales hasta los seres humanos. Éstas se ven impulsadas por los cambios que se están produciendo en el medio ambiente y que están directamente relacionadas con algunas actividades que los seres humanos desarrollan y que provocan alteraciones en el uso del suelo, en el clima y por supuesto, en los animales. Estas zoonosis se han manifestado y han dado lugar al ébola, al SRAS, a la gripe aviar…enfermedades que supone la muerte de millones de personas, todos los años, en todo el planeta.

Un ejemplo claro de la «mano» del hombre en estas enfermedades, nuevas o que se daban por erradicadas, ha sido el ébola. Este brote, que surgió en África, está directamente vinculado a la pérdida acelerada de bosques que, inevitablemente trajo como consecuencia un mayor contacto entre la vida silvestre y las poblaciones. La gripe aviar estuvo vinculada a la avicultura intensiva. De los cerca de cuatro millones de ejemplares de flora y fauna que se conocer, un 25% corren peligro de desaparecer en las próximas décadas.

Lo que no podemos pasar por alto y ni mucho menos olvidar (aunque parece que lo hemos hecho) es que la Tierra es un conjunto de elementos, en un equilibrio perfecto. En el momento en el que la balanza se inclina hacia un lado, ese movimiento produce un efecto directo en la salud de los seres humanos.

El cambio climático producido por el comportamiento del hombre hace que ese equilibrio desaparezca y que la biodiversidad, que actúa como barrera natural frenando la propagación de patógenos, deje de hacerlo, simplemente porque ya no existe o está muy deteriorada.

Si hacemos caso a diversos estudios que evidencian que a mayor destrucción del medio ambiente mayor número de epidemias, tanto por su intensidad como por su frecuencia, deberíamos aceptar la obviedad que el mejor antivirus es el equilibrio de la Naturaleza.

También es importante que aceptemos que al igual que nosotros somos los causantes del problema también podemos ser parte de la solución. Necesitamos de todos los elementos que lo conforman. Necesitamos convivir y asumir que la tierra no tiene recursos infinitos, sino que el planeta es finito.

Muchas veces tengo la sensación de que los seres humanos viven de espaldas al planeta y esto me hace entender la situación que estamos viviendo. Saldremos de esta, sin duda, pero para ello tenemos que volver a asumir nuestras responsabilidades con nuestro entorno. La salida de esta pandemia tiene, inexcusablemente que tener un carácter verde, ecológico y sostenible. Si queremos salir de ella y no volver a padecerla, de la manera tan cruel en la que lo estamos viviendo, tenemos que poner de nuestra parte y comportarnos como seres responsables con el planeta. Cuanto más los destruyamos, más vulnerables seremos los seres humanos. Si la tierra sigue enferma, no saldremos de la UVI.

Desde las primeras líneas he manifestado y marcado a quien considero el culpable y el causante de esta situación y también de ser quien puede cambiarla. Tenemos en nuestra mano las herramientas necesarias para dar un vuelco a esto. Desde nuestros hábitos en la alimentación, adquiriendo productos, como frutas y verduras de temporada, de cercanía y en la medida de lo posible a granel; equilibrando el consumo de carne y pescado; leyendo las etiquetas de todo aquello que compremos (algo que nos dará gran cantidad de información) y por supuesto, al igual que hacían nuestros antepasados, hacer una lista de la compra, basada en un menú organizado con anterioridad.

Compra la ropa necesaria y que sea ecológicamente sostenible (la moda es la segunda fuente de emisión de CO2). Reutiliza, arregla y remienda las camisas, pantalones, jerseys…. Utiliza servicios de almacenamiento en la nube y comparte los archivos pesados a través de links. Deja de usar plásticos innecesarios, rechaza las bolsas que te ofrecen en los supermercados, lleva la tuya.

En nuestra mano está aplicar criterios de sostenibilidad en nuestro trasporte, apostar por las energías renovables, hacer un uso responsable de la energía, aplicar la eficiencia energética (desconecta los móviles, televisiones, ordenadores, pantallas….cuando dejes de usarlos) , tanto en nuestros hogares como en el resto de ámbitos de nuestra vida…

Lo que propongo es cambiar nuestros hábitos de vida, nuestra forma de vivir insolidaria. Pequeños pero necesarios gestos que todos y cada uno de nosotros podemos realizar con un mínimo esfuerzo. Lo que está en juego es muchos más importante que lo que se requiere de cada uno de nosotros. Gracias a ellos podremos aportar nuestro pequeño, pero muy necesario, granito de arena en frenar el cambio climático.

Estamos a tiempo de frenar esta locura que sólo nos llevará a nuestra propia autodestrucción. Tenemos una Naturaleza maravillosa, preciosa y muy agradecida y que, a pesar de todo, sabrá valorar nuestros esfuerzos por ayudarla y por conservarla.

Porque no lo olvidemos, el que está en peligro, es el ser humano, no el planeta.

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