Diario de León

La salida de los más pequeños

Hasta las peores pesadillas tienen final de cuento

Los niños reconquistan mañana la calle y viven las horas previas ansiosos de volver a jugar, aunque sea con limitaciones. 45.028 menores de 14 años dispondrán de una hora diaria de salida entre las 9.00 y las 21.00 horas, con permiso para usar la pelota y el patinete. Los parques son terreno vedado de momento. Ya va quedando menos.

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León

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La panda de héroes en zapatillas que este domingo concluye una parte de su confinamiento es futuro en presente. Mañana recordarán que ayer fue hoy y dentro de unas décadas que hubo un tiempo en que salir a la calle no estaba vedado a unos pocos: simplemente es que estaba prohibido. Será parte de la historia de León que ahora mismo es presente y que en menos tiempo del que parece, en más del que se pensaba que podía soportar la paciencia, pasará a material de hemeroteca.

45.028 niños leoneses recuperan una parte de la libertad que el virus les ha robado y que la pandemia les ha comido. Lo hacen en fin de semana, en grupos de no más de tres hermanos, con un solo progenitor a su cuidado y guardando la distancia de seguridad. Patinetes y balones, sí. Parques no. Una hora sí. Más está desaconsejado, pero el estado de alerta entra en fase de ansiedad por recuperar la normalidad que ya nunca más volverá a ser como la conocieron. Como la conocimos. Por de pronto, estos días los que viven en los núcleos rurales vuelven a ganar una batalla que nunca han tenido perdida: como no se le pueden poner puertas al campo, se les permite volver a pasear por los bosques y los campos. Sólo quedan excluidos en el medio urbano y en el abierto los pequeños que presenten síntomas como fiebre, que pudieran ser compatibles con el virus o que estén en cuarentena.

Alonso y Martín han hecho un curso rápido de organización perfecta. Por las mañanas sesión de deberes y por la tarde, Playstation. «Es un momento que recordaremos por todo lo que hemos podido jugar con nuestro padre». Como en la playa de Calpe, «podemos jugar a las palas. Casi hemos gastado el parquet de casa». Lo que más echan de menos es ver a sus abuelos. Alonso sobre todo tiene ganas de ver a sus amigos y Martín «de jugar al fútbol». Lo repite desde el segundo día de confinamiento.

«Me estoy atontando de estar en casa», dice Diego (9 años) desde Pobladura de Pelayo García

Tristán y Cayetana tienen 6 y 3 años respectivamente. Han pasado los días de encierro muy entretenidos entre deberes, talleres y pelis en familia con juegos incluidos. «Pero ahora ya no aguantaban más», reconocen sus padres. «Salir les va a venir bien»

Carla tiene predilección por la rítmica y practica en su casa de Villaobispo

Valeria y Galo vivían el confinamiento bastante bien. «Entre las tareas del cole y los juegos que nos inventamos mi hermano y yo el tiempo pasa volando. Nunca habíamos tenido tanto tiempo para jugar, hemos cocinado, bailado y hecho un montón de cosas en familia que nunca habíamos hecho, además tenemos a mamá en casa todo el rato. Pero echo mucho de menos a mías amigas y amigos del cole y a mis primos, tíos y abuelos. Fue muy triste que fuera el cumple de mi abuelo y no poder verle ni darle un beso. También fue el mío el día 20 y lo celebramos en casa los cuatro, con una fiesta que duró todo el día. Fue distinto pero muy especial», dice ella. Él es más práctico: «Cuando al principio me dijeron que no iba a haber cole dos semanas, pensé: ¡qué bien, vacaciones !. Pero ahora que han pasado tantos días jamás pensé que pudieron echar tanto de menos a mis compañeros y profesores. Tengo muchas ganas de poder salir, también de volver a entrenar al fútbol con mi equipo y de Irme al Aero con mi abuelo».

Los hermanos Ana (14 años) y Juan Domingo (11) opinan de manera muy distinta sobre los paseos que ahora autoriza el Gobierno. El pequeño no ve la hora de poner un pie en la calle. «Por fin vamos a tener los mismos derechos que los perros. Por su parte, Ana no tiene tanta prisa, al menos en las condiciones establecidas. Al fin y al cabo no tiene tiempo de aburrirse en una casa de siete -convive con sus padres y cuatro hermanos- y preferiría esperar algo más si eso supusiera menos limitaciones en la actividad.

Galo y Valeria esperan el fin del confinaminto en su terraza.

Alba y Paula son gemelas. Tienen una hermana mayor que tiene que quedarse en casa porque supera la edad. Conviven en un tercer piso desde hace 42 días. Simpáticas, agradables y dicharacheras, esperan el momento de salir con muchas ganas.

Menos de las que tiene Leo, de tres años. Estaba muy nervioso porque le habían dicho sus padres que se avecinaba el fin del confinamiento y al recibir la visita del fotógrafo, dio por hecho que ya podía salir a la calle y resultó muy complicado mantenerle a raya. Carla y María viven en el tercero y comparten las escaleras y el patio.

Si por Rodrigo fuera, el confinamiento podía durar otros tres meses más. Por las mañanas sigue el ritmo habitual de las clases gracias al sistema de videollamada instaurado por el Colegio Divina Pastora y por las tardes Fortnite no tiene límites, con lo que los días se pasan volando. Las nuevas tecnologías son un gran invento. «Nunca había hecho tantas llamadas de videoconferencia a mis amigos».

Carmen, Jesús y Diego son tres hermanos que conforman junto a sus padres una de las familias numerosas que más van a agradecer el fin parcial del confinamiento. Los varones echan de menos el fútbol y la niña volver al colegio con sus amigas. Lo llevan bien, en cualquier caso. «Yo tengo miedo de coger el virus», dice el pequeño.

Lola de 11 años, ha echado de menos durante todos estos no haber podido hacer la gimnasia deportiva que tanto le gusta. También añora ir a comer a casa de las abuelas los fines de semana. Para Mateo, de 10 años, lo más divertido ha sido meterse en la cocina a cocinar platos (y jugar a la consola que ha podido utilizarla mucho más que antes). Sara de 7 años ha echado mucho de menos a sus amigos, pero lo de tener todo el día a sus padres para jugar, dice ha sido lo mejor. Y a Adrián de 4 años le ha resultado extraño el no poder salir cada día con su moto o con su bici de paseo, cosa que sigue preguntando cada día, aunque acepta resignado la misma respuesta dada…

Posan orgullosos Esteban y Manuel junto a su padre Víctor en el balcón de casa. Llevan el confinamiento lo mejor que pueden pero a partir de mañana la cosa cambia. Es hora de salir.

Alfonso e Irene tienen seis y tres años. Llevan el tema del virus grabado a fuego por sus vivencias personales. «Es una cosa que infecta y no me parece bien», dice el niño. Jugar, comer y ver la tele son sus preferencias actuales en estos días. Y lo que todavía queda. Aunque cada vez es menos.

Tino está en el límite de los 14 años y Samuel tiene 13. Están encantados con la situación. Las tablas de ejercicio son la parte estricta y la comida la más laxa. «Estamos bien dentro de lo que cabe. Necesito que me dé el aire», asegura el mayor.

 Laura no ve la hora.

Carla, de diez años, opina que ya falta menos para salir de la situación y en su cartel dice que por fin esto se acaba. Lo que más le gusta es entrenar gimnasia rítmica y probar con Tik Tok. Por su parte Laura, hecha ya toda una señorita, aprovecha las excelencias del sol y luce su cartel. Queda poco para salir.

Greta tiene cinco años y se atreve a escribir en una carta sus vivencias. Cocina tartas con virutas de colores, se disfraza y juega con una canasta que le fabricó su abuela Ana. «Quiero ir a mi pueblo a jugar a la calle».

Denoy tiene 14 años justos. Lleva el confinamiento bien pero estaba ansioso. Vive en Ponferrada y allí espera que todo esto acabe cuanto antes Anoche esperaba con ganas el momento de la salida.

Alba tiene seis años y su hermano tiene quince meses y se llama Martín. Los carteles los hizo la niña que va a clase de pintura. Llama a los vecinos que no salen a aplaudir. Diego es un niño de 9 años que vive en Pobladura de Pelayo García. «Por fin salimos porque me estoy atontando de tanto estar en casa», es su comentario espontáneo al conocer que desde este domingo podrán dar paseos.

Fabiana tiene diez años y Elia cinco. Las dos hermanas de Villablino llenan de actividades del colegio su día a día. A ello le añaden la cocina y el baile. Las dos consideran muy importantes las videollamadas para mantener el contacto con los amigos.

Los que no lo pierden con el mar son los gemelos Tomás y Diego. Residen en Ibiza pero son descendientes de León y su deseo real es acabar el confinamiento con un paseo por la calle. Y a ser posible, que llegue pronto la Navidad para estar en León junto a su familia.

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