Los problemas de una mascota para 50 años o casi toda la vida

Las personas que compran un ave exótica como mascota para la familia suelen elegirla en función de los colores de su plumaje, la rareza o lo lejano de su origen geográfico, su proverbial capacidad para imitar el lenguaje humano, etcétera, pero pocos se fijan en que están adquiriendo un animal de compañía prácticamente para toda la vida. La longevidad de la mayoría de especies de loros y cotorras se aproxima y a menudo supera la del hombre, de modo que una cotorra raramente vive por debajo de los cincuenta años y algunos guacamayos superan con facilidad los cien. El pasado mes de mayo fue redescubierto en una pajarería de Reigate (Inglaterra) el loro de Winston Churchill, al que se le calculaba una edad de cien años y que había vuelto a recoger el pajarero que se lo había vendido al primer ministro británico, legándolo después a sus nietos. El pajaro, que en realidad es lora, salió en todos los periódicos como una reliquia de la Segunda Guerra Mundial y fue saludado en las televisiones como un veterano más. Se trata de un ara, especie parecida al tucán, ambos de enorme pico, originario de la selva brasileña. El precio de un ejemplar de esta especie se mueve ahora en las pajarerías españolas en torno a 300.000 de las desaparecidas pesetas y hay que solicitarlo por encargo, aunque no falta quien los compre. La longevidad de las aves tropicales, que paradógicamente se adaptan a todo tipo de climas, es precisamente la primera advertencia que los ornitólogos hacen a quienes los compran como mascota: son un capricho para toda la vida.