Diario de León

PERSONAJES AL TRASLUZ

«Raquel Gago es víctima de su amiga Triana, ella la ha llevado a prisión»

BEATRIZ LLAMAS CUESTA, abogada de la acusación particular en el ‘caso Carrasco’

Beatriz Llamas, abogada de la hija de Isabel Carrasco en el juicio por el asesinato de la presidenta de la Diputación Provincial.

Beatriz Llamas, abogada de la hija de Isabel Carrasco en el juicio por el asesinato de la presidenta de la Diputación Provincial.

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ANA GAITERO / LEÓN
León

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La letrada artista. Beatriz Llamas Cuesta se convirtió en la letrada revelación del caso Carrasco. Iba para dibujante, pero decidió ser fiel al deseo de ejercer la abogacía que tuvo desde niña. En su primer juicio no sabía ni dónde sentarse. Quince años después ha ganado fama y la condena para las tres acusadas del asesinato de la que fue presidenta del PP de León

A Beatriz Llamas Cuesta, la letrada que representó a la hija de Isabel Carrasco en el juicio por el asesinato de la presidenta de la Diputación, le cambia la cara fuera de la sala de vistas. Seria y dura con la toga, alegre y cordial en su despacho. Una pila de libros jurídicos en la mesa de trabajo y las espaldas flanqueadas por los cuadros y vidrieras que ella misma pinta delatan su doble faceta de abogada «empollona» y artista. Hace diez años se incorporó a la firma Rivera Abogados tras un lustro en el ‘exilio’ madrileño. Después de un año agotador le gustaría perderse, sin móvil, en alguna isla lejana y con sol.

—¿Cuándo fue la última vez que habló con Isabel Carrasco?

—Nunca, nunca, hablé con ella. No la conocía.

—Ella le contrató para Gersul.

—Sí, yo llevo Gersul pero nunca hablé directamente con ella.

—El Supremo ha sido muy rápido. ¿No es raro?

—Fue al mismo ritmo que el caso de Asunta. Íbamos dos-tres meses por detrás. Un tema muy parecido, además, mediático y de un asesinato.

—¿Le ha dado pena Raquel Gago en algún momento?

—No, a mí no me puede dar pena. Me da pena la familia de Isabel. Muchísima. Ellas no me dan pena. Son condenadas.

—Raquel ha sido su caballo de batalla más fuerte, pero mucha gente la considera una víctima.

—Es víctima de su amiga, de Triana, y todavía no se lo ha reprochado. Las mayores víctimas aquí son la familia de Isabel.

—¿Qué le dijo Loreto, la hija de Isabel Carrasco, al conocer la sentencia del Supremo?

—Querían pasar capítulo. Que esto se terminara y ordenar otra vez su vida. Sin ella, claro, porque Isabel era el centro de la familia.

—¿Se ha intentado juzgar a Isabel Carrasco en lugar de a las acusadas?

—Sí, todo el tiempo. Intentaron demonizarla desde el minuto 1. Es como una manera de justificar lo injustificable.

—Raquel parece más enfadada con usted. ¿Por qué?

—Lo entiendo. He sido la persona que más hicanpié he hecho, por mi trabajo de acusación, en su culpabilidad. A lo mejor si no hubiera estado yo hubiera sido distinto. O no.

—¿Temía que se le escapara?

—No es cuestión de que se escapara o no. Quiero que se haga justicia. Y ella es culpable; en otro grado, pero es culpable. Me tocó ser acusación, pero si hubiera sido defensa la hubiera defendido lo mejor posible.

—¿La hubiera podido salvar?

—No lo puedo decir ahora. Siempre he dicho que Raquel ha estado muy mal asesorada y ha tomado muy malas decisiones. Entre ellas su amiga, a la que todavía no la ha exculpado.

—¿Qué habría hecho usted si una amiga le hace lo que, según Raquel, le hizo Triana: meter en su coche el bolso con el arma de un crimen a sus espaldas?

—Raquel es culpable por una sucesión de hechos que hemos demostrado, pero es responsable también de no haber atacado a su amiga. Y sigue sin echarle culpas, sin una reacción. A Raquel le ha perjudicado muchísimo ese pacto de no agresión.

—¿A qué se debe ese pacto?

—No lo sé, entiendo que hay algo más. Igual que a mí me hace culpable de su condena, tenía que señalar directamente a su amiga, es quien le sentó en esa silla y le ha llevado a prisión.

—Nadie se explica los motivos de Raquel. ¿Usted sí?

—Las motivaciones nunca las sabremos. No les conviene contarlas. Todo el mundo se pregunta por qué Raquel, teniendo una vida fácil, se metió en este jaleo. Igual que Triana. Una persona privilegiada, con sus estudios, su inteligencia y su capacidad, se mete en una complicación así, y como inductora, no lo entiendo.

—¿Cuándo tuvo claro que Triana era la inductora?

—En el juicio. Antes no.

—¿Por qué?

—Por lo que dijo y cómo lo dijo. Y por la forma de actuar. La actitud infantiloide que adoptó le perjudicó porque nos hizo ver una Triana que no es. Muchas cosas que dijo, como que Isabel quería darle un beso y la magnitud del daño... A cualquier persona que le pase eso con 35 años, que fue mentira, no le crea ese trauma.

—De Montserrat, ¿qué le sorprendió?

—Yo creo que es víctima de su hija. Como dije en las conclusiones, la inductora es Triana y víctimas son la madre y la amiga. De cara al jurado, la llamé ‘Triana la fantástica’ por las mentiras que contó y porque se creyó por encima del bien y del mal. Ella pensaba: Yo necesito un puesto fijo en la Diputación, un buen sueldo y luego una carrera política porque sí, porque me lo merezco. Y los demás que han tenido y hemos tenido que irnos de León somos los torpes y los tontos. Esa sensación de prepotencia la delató.

—¿Cuál fue el peor momento del juicio en la Audiencia?

—Me hubiera gustado que me contestaran Triana y Montserrat. Están en su derecho de no contestar a la acusación. Yo sí que estaba convencida de que le sacaría algo más a Triana.

—¿Qué le hubiera preguntado?

—Que por qué le hizo eso a su amiga. Y por qué no la ha exculpado. Incluso su letrado tendría que habérsela hecho.

—¿Se sintió especialmente marcada por el presidente del jurado?

—No. No me preocupó mucho.

—¿En qué posición ha quedado después de que el TSJ y el Supremo le quitaran la razón?

—Bueno, pasa con muchas sentencias. No todos los magistrados tienen que tener la misma jurisprudencia aplicable. Tiene su criterio y así lo ha aplicado con total respeto. Me parece muy loable que sea fiel a lo que piensa y defienda sus argumentos. Igual que yo defiendo los míos y por eso recurrí.

—¿Se equivocó el magistrado al formular una pregunta improcedente al jurado?

—No, para nada. Hasta en el Supremo dije que el objeto del veredicto que él elaboró, que era muy complejo, está perfectamente realizado. Cuando él puso una conclusión en cada delito de cada acusada, creo que, como profesor, lo hizo de una manera didáctica para hacérselo más fácil al jurado. De hecho, todos estuvimos de acuerdo y yo misma lo alabé.

—¿Se le vino abajo el juicio con la prueba de la comisaría, cuando se descubre que no era la sala donde estuvieron Montserrat y Triana detenidas?

—No, llegó un momento que era absurdo. Fue idea mía que todos fuéramos a ver las dependencias. Y también se equivocaron y nos enseñaron la sala 3.

—Todo parece un poco chusco.

—Pero es que las salas son totalmente idénticas. La investigación ha tenido buena fe absoluta, otra cosa es que a la defensa le interese tergiversar esa buena fe. Cualquiera que haya ido a la Udev en León sabe que es así.

—Su madre estuvo presente en todas las sesiones del juicio. ¿Le sirvió de apoyo?

—No me afecta. Lo veo normal. Mi padre me acompañó muchas veces a juicios cuando estaba en Madrid. A la gente entiendo que le guste ver los juicios y, en el fondo, para estar de espectador es un trabajo bonito y divertido. Para quienes estamos dentro a lo mejor no tanto.

—¿La relación entre Triana y Montserrat es normal entre madre e hija?

—No creo que sea más distinta de lo que puede ser entre otras. Dicen que está enmadrada, epero Triana estuvo en Alemania como cualquier otra estudiante. Es una chica normal. Otra cosa es que les venga bien echar mano de esa dependencia para justificar lo injustificable. Para que su madre hiciera lo que hizo porque, en realidad, es la que tenía el coraje.

—¿No le parece raro que el policía jubilado no reconociera su voz en la llamada al 112?

—Independientemente del nerviosismo por la declaración, me imagino una situación totalmente caótica persiguiendo a Montserrat, después de asesinar a Isabel Carrasco, habiendo dejado a su mujer con ella. La llamada no tiene ninguna coherencia y a todos nos extraña, pero me gustaría saber qué haríamos los demás, si nos acordaríamos. Hay muchos estudios psicológicos sobre lo que la mente puede llegar a archivar o desechar en una situación estresante. Quiero pensar eso porque, si no es él, no estábamos aquí. Para mí es un héroe que ahora intentan también demonizar.

—¿Las hubieran localizado sin él?

—Con la cantidad de enemigos que dicen que tenía Isabel sería muy complicado, ya no localizarlas, sino demostrar que la habían matado estas personas aparentemente tan inocentes. Con lo que ha costado pillándolas casi in fraganti. El crimen era prácticamente perfecto, hay una estructura y una organización muy buenas. Las tres tenían una faceta que desempeñar.

—¿Ha pensado que puede haber alguien más involucrado?

—Yo creo que no. Las tres culpables ya están en prisión.

—Siembran la duda las llamadas que Triana hacía a un funcionario de la Junta.

—A la persona que más llamaba Triana era a Raquel y por su insistencia en querer saberlo todo, a saber para qué llamaba y por qué. No me parece tan relevante como lo quieren hacer ver ahora.

—¿Cuántas llamadas se contabilizaron entre Triana y Raquel?

—Uy, muchísimas tres o cuatro todos los días. Incluso llamadas de facetime, con cámara. Entre amigas...

—¿Eran más que amigas?

—Si hubiera sido así lo tendrían que haber dicho. Es una manera de excusarse y buena defensa para Raquel. Si lo niegan, por qué no voy a creerlo.

—¿Qué le pareció la exposición del forense?

—Es la persona más profesional que ha pasado por ese juicio. Una cosa que podía haber sido esperpéntica, lo hizo con una profesionalidad y un cariño admirables.

—¿Le oían por primera vez?

—Sí, fue una sorpresa. De hecho, yo no hablé con ningún testigo antes del juicio. Y podía haberlo hecho con algunos. No me hizo falta. Quise ser neutral. En otros juicios me ha podido interesar dirigir más las declaraciones. No sabía ni lo que iban a decir, solo lo que podía intuir por lo que habían declarado en instrucción. Que yo unas veces estaba pero otras no.

—¿No estuvo en todas las declaraciones de la instrucción?

—Al principio no, tardé un mes en asumir el caso y además era secreto de sumario. Me imaginaba que iban a confirmar sus declaraciones, pero nunca hablé con ellos. No tenía ningún problema en haberme retirado a lo largo del juicio si consideraba que alguna de ellas no era culpable.

—¿Seguro?

—Sí, intento ser justa y Loreto y toda la familia lo habían dicho. Si veía que alguna no era culpable o no en el grado de participación que les atribuíamos me retiraría.Y una ya estaba declarada culpable.

—¿Qué lección aprendió del juicio?

—Muchísimas, hasta organizar mi cabeza. El despacho continuaba, el juicio me ocupaba un 70% del día y no sé cómo pude organizar el 30% y optimizarlo. Incluso pude descansar con el estrés que tenía. Dormía poco, solo tres horas, pero descansaba. Fue agotador, pero superinstructivo.

—¿Es la triunfadora del caso?

—No, la más currante. La que más horas ha echado, seguro.

—¿Se ha dado algún capricho como premio?

—No, porque todo lo demás seguía. Tenía lo de Gersul, que terminó hace dos días como quien dice. Ha sido un caso agotador por la complejidad y porque realmente era muy difícil. Y jurídicamente más satisfactorio. Lo hemos ganado todo y hemos ahorrado 3,5 millones al consorcio.

—¿Qué ha descubierto de la controvertida Isabel Carrasco?

—No me imaginaba que era tan familiar y que era tan importante para la familia. O que el hecho de que no esté haga el vacío muy complicado. Era una persona líder en todo, su vacío se nota más.

—Ahora sería abuela.

—Sí tiene un nieto precioso, Beltrán. La vida no la tenemos nadie comprada, pero perderla de esta manera es tremendo.

—¿Qué impresión le causó la vista en el Supremo?

—Es de lo que más tengo que agradecer en este asunto. Haber podido ir al Supremo a una vista, que se celebra cada cuatro o cinco años, es algo excepcional. Es una experiencia que seguramente no volveré a tener. Es la vez que menos nerviosa he estado. Creo que ya tenían la decisión tomada.

—¿Tiene una teoría sobre la desparición de Fermín Guerrero?

—Sí, como todo el mundo. Esto es una ciudad pequeña.

—¿Lo puede decir?

—No, pero lo sé perfectamente.

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