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TRADICIÓN Y FUTURO | LAS LUCES Y SOMBRAS

S.O.S. para la trashumancia

La FAO se interesa por el estudio de una leonesa que reivindica el valor ecológico, económico y social de la trashumancia y alerta de las consecuencias de su recesión por falta de apoyo.

Rubén Valín y el extremeño Lorenzo Sánchez, en Prioro.

Rubén Valín y el extremeño Lorenzo Sánchez, en Prioro.

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ana gaitero | león
León

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¿Tiene futuro la trashumancia en León? Con sus nubes y claros, la respuesta es sí. No es sólo un recuerdo de una tradición bucólica, sino que «presenta una alta potencialidad para el planteamiento de modos de desarrollo más realistas y amigables con los recursos de la región leonesa».

Lo afirma una leonesa que, con un estudio hecho al amparo de un máster de Agroecología en Andalucía, lanza un SOS a favor de esta actividad milenaria sin la que León no sería León: «Lejos de estar obsoleta sigue intentando encontrar formas de viabilidad económica», afirma la veterinaria Elena Velado Alonso, en las conclusiones de su trabajo de fin de máster La trashumancia en León: Puertos hacia la sustentabilidad.

El sistema de producción de la trashumancia como ganadería extensiva «es sustentable, tiene una repercusión positiva sobre los ecosistemas en los que actúa y en las poblaciones rurales de la provincia» y ofrece soluciones a problemas actuales tales como la prevención de incendios, conservación del patrimonio y fijación de población.

Rubén Valín y el extremeño Lorenzo Sánchez, en Prioro. SALVADORES

Gregorio Fidalgo, en Abelgas de Luna. JESÚS F. SALVADORES

Agustín Suárez, en Babia y Elías, en Villargusán. S. PÉREZ

Elena Velado Alonso, leonesa y veterinaria autora del estudio sobre la trashumancia. DL

El estudio ha sido seleccionado para presentarlo en el encuentro de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) sobre pastizales de montaña, a celebrar en Zaragoza los días 15 y de 16 de junio.

La joven investigadora quedó sorprendida por el interés que su director de máster, Antonio Gómez Sal, de la Universidad de Córdoba, tomó por un tema que los estudios de Veterinaria en León «pasan por alto. Yo apenas conocía el tema», admite. En vistas de la repercusión alcanzada, ahora planea ampliar la «modesta investigación» en la que ha contado con el testimonio de nueve ganaderos trashumantes y trasterminantes y la ayuda de uno de los mayores expertos en trashumancia, el también leonés Manuel Rodríguez Pascual.

«La trashumancia no ha muerto, no está sufriendo algo que no esté sufriendo el resto del mundo agrario y ganadero», afirma en conversación telefónica, pues acaba de ser contratada por la Universidad de Alcalá de Henares. Pero corre el riesgo de desaparecer en las dos próximas décadas si no se hace algo.

Velado pone de relieve la importancia ecológica, económica, social y cultural que ha tenido esta actividad milenaria. La trashumacia se remonta a la antigüedad y tuvo su esplendor entre los siglos XIII y XVII cuando tres millones y medio de ovejas circulaban por las cañadas entre Extremadura y León en busca de los mejores pastos para el verano en la montaña y para el invierno en las dehesas.

En el último siglo ha sufrido una importante recesión. Las cifras son elocuentes. En 1990 había aún 37.200 ovejas trashumantes en la provincia leonesa. En 2015 fueron 3.959 cabezas. Las cañadas ya hace medio siglo que dejaron de usarse. El ferrocarril fue su medio de transporte desde principios del siglo XX, y los camiones, que acercan a los rebaños hasta los mismos puertos, se han impuesto como alternativa en las últimas décadas.

Los rebaños trasterminantes —trashumantes entre las riberas y páramos leoneses y los puertos de montaña— también han menguado en estos últimos 25 años: de de 86.324 ovejas en 1990 a 35.662 en la actualidad.

Elena Velado considera que «la recesión sufrida en las últimas décadas no se debe tanto a problemas propios, que ya la habían hecho menguar sumamente en épocas anteriores, como a la dinámica que ha seguido el sector agrario y el medio rural en la provincia (y en el Estado español) desde la incorporación a la Unión Europea con la puesta en práctica de las políticas agrarias europeas, la extensión de la industrialización agraria y la entrada en la competencia del mercado globalizado». Problemas añadidos son «la descoordinación» entre las dos comunidades autónomas afectadas —Castilla y León y Extremadura— así como «la falta de entendimiento de la actividad y la importancia y apoyos que requiere», subraya en el estudio.

Desde 1986, año de ingreso en la UE, la agricultura ha pasado de suponer el 30% del empleo de Castilla y León al 4,9% en el segundo trimestre de 2015 y del 6,8% en la provincia de León. También ha experimentado un continuo retroceso respecto al producto interior bruto provincial. Los cereales, guiados por las ayudas de la PAC, son los únicos cultivos en aumento frente al desplome de la remolacha (63%) en términos de extensión, en general los cultivos industriales y las leguminosas.

Las consecuencias de la desactivación de la trashumancia con el consiguiente aumento de la ganadería intensiva son graves. «Los puertos de montaña han sufrido un proceso de abandono, con graves cambios en la integridad de los ecosistemas, gran expansión de las comunidades de matorrales, pérdida de pastos y merma en su calidad, cambios en la fauna silvestre, etcétera», alerta.

A la luz de la agroecología, que ofrece una visión holística y multidmensional de la actividad agraria y ganadera, apunta que la recesión de la trashumancia repercute negativamente en el medio rural que «ve incrementada la falta de oportunidades» con el agravamiento del «fenómeno de despoblación a medida que las actividades propias desaparecen».

Con el declive de la trashumancia, la ganadería de la provincia se ha hecho «más dependiente en la actualidad de los piensos importados». El lobby de la industria cárnica también se encuentra detrás del auge de la ganadería intensiva.

La presión que ejercen los ganaderos de vacuno en los puertos es vista como una amenaza para los ecosistemas de montaña tan característicos de la provincia de León. Un total de 1.539 vacas provenientes de Extremadura, 5.044 trasterminantes y 7.023 de Asturias son el censo creciente del ganado vacuno en los puertos como resultado de la reconversión de algunos pastores serranos y el auge de la llamada ganadería especulativa, cuyos titulares no viven de manera principal de esta actividad. «La conversión del monte en pasto se hizo de manera selectiva y cuidadosa» desde los tiempos más antiguos mediante el careo o pastoreo y el majadeo o enriquecimiento del suelo con los excrementos de los animales hacinados en espacios concretos.

Binomio pastos y ovejas

Los pastos de montaña y la trashumancia constituyen un «binomio simbiótico» con «una importancia económica y social durante más de siete siglos en la montaña leonesa, formando parte de sus características naturales, como naturaleza humanizada», señala el estudio.

Existen en la provincia 165 puertos (mal llamados) pirenaicos integrados en los montes de utilidad pública gestionados por el Servicio Territorial de Medio Ambiente, así como otros 155 pastos sobrantes (de menos calidad) y 100 puertos en distintos regímenes de propiedad, según el censo elaborado en 2005 por Tecnosylva por encargo de la Junta de Castilla y León.

Los matorrales ocupan cerca de la mitad de la superficie de 42.500 hectáreas estudiadas, mientras que la otra mitad se repartía entre pastizales y roquedos. A los pocos que suben con sus merinas a los puertos no se lo ponen fácil. Un 21% de las vías de acceso están en mal estado y aunque el 75% de los puertos disponen de caseta, el 34% están en mal estado. Sólo el 25% contaba con abrevadero y el 95% de los chozos son inhabitables.

«Fomentar la trashumancia con ganadería extensiva y bien manejada, con ganado adecuado, permitiría mantener este patrimonio en buen estado, así como dinamizar la zona rural montañesa», apunta.

El trabajo es muy crítico con el papel que ha jugado la administración en el proceso de declive de la trashumancia: «No ha tenido un papel neutro, sino que debido a su falta de actuación o a la implementación de medidas con efectos negativos para la viabilidad de los sistemas trashumantes, ha fomentado la precarización de esta actividad».

«Es imprescindible que la administración, Junta y Diputación, reconozcan el valor ecológico y social que la trashumancia tiene y actúen en consonancia», alerta.

Elena Velado exige un reconocimiento del papel «que han desempeñado los ganaderos trashumantes de ovino, definiendo y denfendiendo su figura, incluida la del ganadero trasterminante», que actualmente se encuentra en el limbo.

Ve necesaria una intervención importante en los puertos para asegurar su mantenimiento, así como «mejorar las infraestructuras que permitan el aprovechamiento adecuado de los recursos teniendo en consideración el conocimiento que atesoran los ganaderos y su voluntad y facilitar, en su caso, labores de desbroce en colaboración con los propios trashumantes».

No se olvida de las vías pecuarias y apunta la necesidad de poner en marcha el marco normativo exitente y la flexibilización de la Ley de Sanidad Animal para no desalentar los desplazamientos a pie del ganado por sus beneficios para mantener el ecosistema y el patrimonio cultural.

«Es imprescindible que se reconozcan los servicios ecosistémicos que genera y mantiene la trashumancia y se defienda frente a otras actividades (sobre frente a las de corte especulativo)», añade.

El trabajo que Elena Velado presentó como trabajo de fin del máster en Agroecología de la Universidad Internacional de Andalucía, la Universidad de Córdoba y la Pablo Olavide de Sevilla, anima a que se defienda la figura de la trashumancia en las ayudas de las políticas agrarias, a facilitar la incorporación de jóvenes y a defender el papel de las mujeres y su incoporación a la actividad.

Fomentar el cooperativismo, facilitar el acceso a créditos blandos, establecer líneas de comercialización son otros de los arietes en los que debe defenderse la continuidad de la trashumancia. Los ganaderos trasterminantes son una pieza clave en la trashumancia del siglo XXI y una prueba de la «capacidad de adaptación» de una actividad tan antigua y arraigada en León. Estos ganaderos atesoran los conocimientos del manejo de los recursos de la provincia.

En suma, defiende Velado, la trashumancia «es un sistema productivo interesante para la dinamización de la transición agroecológica en la región». La trasterminancia se presenta como un complemento de la agricultura ecológica por las posibilidades de suministrar abono mediante el redileo, lo que supondría un aumento de los ingresos por el pago del aprovechamiento de las rastrojeras. Y viceversa, los ganaderos se verían favorecidos al reducir los insumos externos gracias al aumento de restos agrícolas aprovechables al dejar de usarse herbicidas.

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