Diario de León

Elecciones Generales 10N

Sacrificad a Lucas

Rivera se hunde; ¿cómo pensar que acariciar a un perrito no fuese a solucionarlo todo?

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Pablo M. Zarracina | Madrid
León

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En las elecciones de abril, Albert Rivera aspiraba a convertirse en el líder de la derecha española, adelantando al PP con su moto de gran cilindrada liberal. Y casi lo consigue. Este domingo, solo siete meses después, el desafío electoral que afrontaba Rivera era distinto, mucho más dramático y precario: seguir, si era posible, liderando su propio partido. Parece que no lo va a ser.

Si lo piensan, tampoco habremos visto cosas tan sorprendentes y veloces, frente a toda España, no al menos sin que estuviese de por medio Juan Tamariz.

Lo mejor de todo es que la moto flamante de Rivera ha chocado catastróficamente contra un muro levantado tenazmente por él mismo: la negativa prematura, tozuda y difícilmente justificable de ni siquiera explorar la posibilidad de desbloquear la situación del país negociando alguna clase de acuerdo con Pedro Sánchez. Francesc de Carreras, fundador de Ciudadanos y mentor político de Albert Rivera le escribió en junio una carta pública en la que aseguraba no entender cómo su discípulo, antaño tan responsable, se había convertido en "un adolescente caprichoso que da un giro estratégico de 180 grados y antepone supuestos intereses de partido a los intereses generales de España".

Ahí tienen otro misterio de nuestro tiempo: el modo en que Albert Rivera pasó de proyectar una imagen de político joven, moderno, pragmático, europeo, a ser uno que conseguía el raro prodigio de parecer constantemente parodiable. Terminará estudiándose en las facultades de Ciencias Políticas. O en las de Marketing, que es la disciplina que ha conseguido imponerse en Ciudadanos, ese partido que ha ahuyentado a todas las mentes pensantes mientras no dejaba de acumular estrategas agresivos.

Eso explica que, tras siete meses de conducta suicida, en Ciudadanos se entendiese que lo que había que hacer era sacar un vídeo de Albert Rivera acariciando a un perro monísimo llamado Lucas. El animal ha sido uno de los protagonistas de la campaña, pero ya se ve que eso no significa nada. El hundimiento de Ciudadanos ha sido de unas dimensiones épicas.

No puede descartarse que, sin perder un segundo en la asunción de responsabilidades, el adolescente Rivera mandase anoche, antes de nada, sacrificar al perrito Lucas. A su alrededor, imagínenselo, una muchedumbre de asesores jóvenes, espídicos y exitosos lamentando haber cometido un error de fondo, enorme, ideológico: en lugar de un caniche toy, deberían haber sacado un pequinés spaniel.

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