Diario de León

El sonido de los cencerros llega al corazón de León

El cantar inconfundible de los esquilones convirtió ayer Ordoño II en el grito de rabia del campo leonés por un futuro mejor. Ellos abrieron camino para el rugido de los cientos de tractores que llegaron después

Patricia Juan y Luis, un matrimonio de agricultores.

Patricia Juan y Luis, un matrimonio de agricultores.

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León

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A media mañana las dependientas de Mango se asomaban con cara sorprendida a las puertas de la tienda en Ordoño entre carteles con anuncios de rebajas del 70% y las tendencias spring-summer que se avecinan con el final del invierno. No era para menos. El estruendo que se escuchaba en la principal avenida de León no dejaba indiferente a nadie. Por la calle desfilaban miles de agricultores y ganaderos (unos cinco mil) abriendo camino a los cerca de ochocientos tractores que cerraban la marcha de protesta por las precarias condiciones en qué se ve obligado a subsistir el campo leonés. Decenas de cencerros agitados con alegría traían a la memoria de la ciudad su memoria rural todavía no sepultada ni olvidada. Ordoño parecía por momentos el camino a la braña de hace medio siglo. Al tiempo, cientos de silbatos se unían a ese singular coro de la rabia al que también se sumaron agricultores de Valladolid y Palencia («¡Con dos cojones!», como les agasajó Turrado) para mostrar su hartazgo por las carencias que sufren desde hace generaciones. «Mi padres, que están jubilados, ya sufrieron esto toda su vida, y ahora lo estoy sufriendo yo», comentaba a su compañero uno de los movilizados ayer.

Precariedad heredada. Y ayer ese hartazgo dijo basta. «¡Tenemos que venir a hacer ruido aquí porque la gente está ya muy quemada!», dijo otro dirigiéndose a las muchas personas que se agolpaban en las aceras por donde discurrió la caminata agro-ganadera, coloreada con las banderas verdes, naranjas y amarillas de las organizaciones sindicales convocantes. Y aquí y allá, muchas banderas de León en buena convivencia con las de España que tampoco faltaron a la cita.

«Por el futuro de la agricultura y ganadería de León». Ese fue el lema escogido para encabezar la protesta del campo. Por el medio, se veían otras más, hechas a mano con cartones o sábanas viejas, con mensajes de los que no admiten dudas. En ese grupo estaba la que portaba una mujer: «Cenas mis penas», decía su escrito. Detrás estaba alguien que sabe lo poco que pagan por estas tierras para producir un litro de leche o un kilo de alubias.

Y es que si ayer hubo un elemento común fue el de los precios. «¡No se puede estar produciendo a pérdidas!», casi gritaba un agricultor con gesto airado en un corrillo. «Gana el mediador y las migajas para nosotros», corroboraba otro a su lado, cerca de dos pancartas en las que podía leerse: «Precios justos para agricultores y ganaderos» y «Precios justos, la agricultura se hunde».

Lenta, pero sin pausa, la marcha fue recorriendo el centro de la ciudad al ritmo ruidoso de cientos de silbatos, cencerros de vacas, carracas gigantescas, violentos petardazos que recordaban (cuánto tiempo ya) las protestas mineras y como cierre el rugido de los motores de los tractores y sus bocinazos. Compartían espacio viejas máquinas con muchas horas arando con New Holland de último modelo. Destacaban también los apicultores con sus trajes blancos y ahumadores y su pancarta: «Atención, abejas trabajando». Salvo contadas excepciones, que por supuesto fueron jaleadas, no hubo muchos gestos de solidaridad desde la gente que ocupaba las aceras y veía el discurrir de la protesta del campo sin saber muy bien lo que pasaba.

Poco después de la una, la marcha desembocaba ante la explanada de la Junta sin que se produjese ningún incidente. Pero ruido se hizo y mucho para dejar claro que el campo se ha levantado.

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