
Desde abajo, rojo, blanco y pardo, alas largas y estrechas y cola ahorquillada, casi como la aleta de un pez y mucha elegancia. De cerca, iris amarillo y pico ganchudo. Una de las rapaces más abundantes ahora que se acercan los días más cortos.
Paso por la ribera del Esla y veo al menos una decena de bilanos o cazacorrales, vuelan sincrónicos, quizás juegan. Algunos de éstos, sólo unos pocos, no más de 15 parejas son sedentarios y pasan aquí todo el año. Aquí, en esta zona del piedemonte cantábrico entre las riberas del Cea y el Curueño, pero también en los montes de tierra roja que forestan la Maragatería, la Valduerna y la Valdería. Sólo en estos dos rincones los podemos encontrar en primavera. La mayoría de los que vemos ahora durante el invierno y hasta febrero crían en el norte, en concreto en Alemania según nos dicen las recapturas de milanos anillados y también sabiendo que la mitad de todos los milanos reales del mundo hacen su nido y sacan adelante a sus polluelos en este país. Éstos, los invernantes, evitan los cordales de la Cordillera, la L girada que va desde la Cabrera hasta el Valle de Valdeón. En el resto de los sitios los veremos, muchas veces en grupos para alegrar los cielos invernales. Y es que son muy sociables y poco territoriales utilizando las ventajas del dormidero para agruparse hasta por cientos en algunos sotos de chopos.
«Paso por la ribera del Esla y veo al menos una decena de ‘bilanos’ o cazacorrales, vuelan sincrónicos, quizás juegan»
Para la caza, utilizan las zonas abiertas: los pastizales, los cultivos de cereal, los eriales… Todos, sitios en los que el milano puede aprovechar el mejor de sus sentidos para localizar a la presa y luego, acercarse en picado gracias a sus largas alas, ganándolas la carrera en distancias cortas. Los milanos, sí, son aves de presa, son rapaces, pero no son los predadores más habilidosos, por lo que a la hora de cazar se decantan por presas de fácil captura, como animales de pequeño tamaño, enfermos o inexpertos, entre los que incluye conejos mixomatosos, volantones de aves medianas, micromamíferos, anfibios, reptiles e insectos. De nuevo y así, contribuyen a lo que dictan las leyes de la selección natural. Además, durante el invierno, carroñean en busca de animales muertos allá dónde haya un basurero, un matadero, un muladar o una granja. Y por supuesto, también en las carreteras que, tristemente, siguen siendo fuente de animales atropellados. De ahí que, muchas veces, los podamos ver desde el coche viajando, como nosotros, siguiendo las líneas de las carreteras.
Y allá hacia finales de febrero dejaremos de verlos frecuentemente, ya habrán iniciado su viaje hacia el norte, hacia los bosques teutones dónde deciden criar. Casi casi al mismo tiempo sus primos, los milanos negros que invernan al sur del Sáhara, les darán el relevo para que nuestros cielos no se queden sin milanos.