Diario de León
Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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DESDE que visitara por primera vez la ciudad de Fez, allá por año de 1997, tengo la impresión de que esta, además de una ciudad con encanto, es una de mis preferidas. Hay una serie de ciudades a las que uno vuelve de vez en cuando, entre ellas Fez, capital espiritual del Magreb, en la que sus gentes siempre me han acogido con las brazos abiertos, sobre todo en esta última y reciente visita. La hospitalidad marroquí es algo que a uno, como europeo, le sigue sorprendiendo. Aunque es bien cierto que el berciano, incluso en estos tiempos del sálvese quien pueda, suele ser bien hospitalario con los foráneos. Cuando era un niño soñaba con una ciudad que se parecía a Fez, sobre todo con Fès-el-Bali, la antigua medina. Entonces uno no sabía de la existencia de esta impresionante medina. Declarada desde hace años patrimonio de la humanidad. A veces convendría someterse a un psicoanálisis para bucear en nuestro subconsciente. Es probable que Noceda del Bierzo me recuerde a Fez. A priori esta asociación podría resultar disparatada, mas no lo es tanto para quien sabe que su pueblo, Noceda, está dividido en tres barrios. Como dividida está Fez en tres grandes barrios o pequeñas ciudades, a saber, la Nouvelle ville, Fès-el-Jédid y Fès-el-Bali. Los pueblos castellano-leoneses, y aun las ciudades, a menudo suelen estar construidos en torno a una gran plaza mayor. En cambio, Noceda es un pueblo peculiar, que no sólo rompe con esta estructura, digamos circular, sino que se extiende a lo largo de cuatro kilómetros cual si se tratara de tres pueblos: Vega, San Pedro y Río. Por otra parte, en el barrio de Vega están la calle de Los Moros, el Moro esculpido en la pared de una casa ubicada en la plaza de San Isidro y un lugar conocido como El Mouro en el barrio de Río. Uno, a lo largo de su vida, ha oído muchas leyendas acerca de los moros. Y de tanto oír morerías uno acaba convirtiéndose en un moro más. Dicho sea de corrido, y a la buena de dios, uno se siente como en su casa en la medina de Fès-el-Bali. En tiempos, no tan lejanos, en Noceda se vivía más o menos como se vive hoy en esta medina, aunque los nocedenses fueran cristianos viejos. Ahora que todo cristo se atreve a confesar sus intimidades, me apetece decir que me siento seducido por la acogida y la sensualidad de las «fesías»: Rajae por haberme guiado por las callejuelas de Fès-el-Bali hasta la mezquita de los andaluces, Ratiba por sus lecciones de árabe y Karima por su afecto y ternura.

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