Diario de León

«Cuando empecé, éramos cien por clase en el seminario de Astorga»

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Las cosas han cambiado de manera sobresaliente en los últimos cincuenta años. Maximino López Rodríguez lleva medio siglo de ejercicio. Este sacerdote, que roza los ochenta años de edad, es responsable de las parroquias de Molinaseca, Riego de Ambrós, El Acebo y Campo (en Ponferrada). Recuerda que el año que él entró en el seminario eran cien en su curso, mientras que en la actualidad, hay años en los que las aulas están vacías. Considera que la crisis de las vocaciones es una realidad y asegura que la responsabilidad hay que buscarla en el núcleo familiar. «La familia ya no tiene interés por el sacerdocio; además, el mundo ofrece ahora salidas más fáciles», destaca. A pesar de que él mismo lleva cuatro parroquias, destaca el hecho de que hay muchos sacerdotes que están al frente de no menos de diez. «La atención así no puede ser completa; sí, es cierto que hay pueblos desantedidos», afirma. En su caso, explica que entre semana acude a Campo y que alterna los domingos para celebrar las misas en El Acebo y Riego de Ambrós. «A corto plazo veo el futuro mal, pero la Iglesia seguirá adelante», explica con optimismo. Más optimista se muestra Máximo Álvarez, párroco en Fabero, para quien la palabra «crisis» no es necesariamente negativa. «Significa purificación, como el oro que se purifica en el «crisol», explica. Considera que más importante que el número de sacerdotes es que éstos lo sean convencidos y verdaderamente entregados a su ministerio. «Hoy no parece que el ideal sea que cada pueblo tenga un cura, como en otras épocas. Hay mejores medios de comunicación y es más fácil atender más parroquias. Por otra parte, no es malo que esta crisis nos haga descubrir el gran papel que han de desempeñar los seglares», asegura. Sin embargo, reconoce que de día en día es más difícil para los obispos hacer los nombramientos de sacerdotes, pues son muchos los que mueren y se jubilan y muy pocos los nuevos. La llamada de Dios Acerca de las causas por las que el número de vocaciones disminuyen cada año, Máximo Álvarez recuerda que la vocación es una llamada de Dios. «Ciertamente, si Dios llama como él sabe y quiere podemos decir que su invitación es irresistible», comenta. Sin embargo, se pregunta si la crisis actual se debe a que Dios no llama o a que no obtiene respuesta. Este sacerdote reconoce que el actual ambiente social y familiar no es el mejor caldo de cultivo de las vocaciones. «Dios es quien da los pastores a la Iglesia pero, al mismo tiempo Jesús, nos dice que la mies es mucha y manda rezar para que envíe operarios. Así que lo primero que debemos de hacer es orar», recomienda. Por otro lado, defiende que con la existencia de buenos cristianos y bien preparados no tendría que haber problemas. «El camino señalado por el Concilio de Trento, que ha dado muy buenos resultados, no tiene por qué ser el único. La Iglesia tiene capacidad e imaginación para adaptarse a las necesidades de cada tiempo». Este cura atiende tres parroquias, aunque una de ellas, Fabero, es casi veinte veces superior en número de habitantes a las otras dos, Otero de Naraguantes y Bárcena de la Abadía. Cree que se podrían hacer muchas más cosas en todas las parroquias. «La mies sigue siendo abundante, hay mucha desorientación, mucha tarea que hacer. Espero que Dios y la gente nos perdonen por tantos fallos y lagunas», explica.

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