Diario de León

| Reportaje | Un altar para el diablo |

El demonio de Paraxís

La pequeño ermita de una localidad de Balboa custodia la única talla del ángel caído que se conserva en un templo católico español, junto a una imagen de San Miguel Arcángel

El demonio ha permanecido muchos siglos en un pequeño altar dentro de la capilla de Paraxís

El demonio ha permanecido muchos siglos en un pequeño altar dentro de la capilla de Paraxís

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Raquel. F. Cruz - ponferrada
Ponferrada

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El señor Manolo y su mujer, Josefa, son gente encantadora. Viven en Balboa, un pueblecito pequeño, repleto de pallozas y rodeado de montañas de un verde especial. Los restos de un castillo medieval presiden el pueblo desde la montaña más alta y la tranquilidad es algo que se respira. Los que viven allí completan este ambiente. Manolo conoce a la perfección al único demonio que posee un altar en todo el territorio nacional que se conozca. Y está en Paraxís, un pueblecito todavía más pequeño que linda con la frontera gallega. Manolo es amigo de los dos únicos habitantes que viven todavía en el pueblo, Julio y Servando, que llevan muchos años sin hablarse a raíz de una discusión por unas tierras. Y son primos. Julio nos recibía en su casa acompañado de su hermana y nos contaba una historia del demonio que permanece en una pequeña capilla unos metros más allá de su casa y desde hace tanto tiempo que nadie recuerda cómo llegó allí. Los protagonistas de la leyenda eran tres hombres que ya no viven pero que todos conocían en el pueblo, Fructuoso Santín, Manuel Gómez y Ricardo Carballo, los únicos que se han atrevido a desafiar al diablo. Todo ocurrió el día 2 de octubre, cuando se celebraba la fiesta en honor al patrón del pueblo. Por la mañana, después de la procesión, hubo baile y una buena comida que acompañaron con vinos del Bierzo. Quizás fue el vino el culpable de que estos hombres, al caer la tarde, entraran en la capilla para sacar en procesión a la imagen del demonio. Entre dos cogieron la imagen y el tercero salió delante cantando una jota. Se perdieron camino abajo y tardaron mucho en volver. Cuando lo hicieron, sus miradas estaban perdidas y sus ropas destrozadas. Según cuenta Julio, siempre que se les preguntaba contestaban lo mismo «no seré yo quien se vuelva a meter con el demonio». La gente del pueblo sabe lo que ocurrió realmente aquella tarde. Antes de llegar al molino, la imagen comenzó a dar tumbos monte abajo, cuentan algunos que porque uno de ellos le propinó una patada en el trasero al demonio. Arrepentidos, bajaron el monte hasta el río para intentar recuperar la imagen y devolverla a la capilla, pero cuando quisieron transportarla no podían con ella a pesar de ser una talla en madera de pequeña envergadura. Muchas veces cayeron agotados pero por fin consiguieron devolverla a su sitio. En aquella dura aventura, la talla perdió las piernas, las alas y la cola, pero aún conserva una mirada penetrante y aterradora.

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