Diario de León

MOLÍN AMPUERO Manuel Cuenya

El estigma del rumano

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León

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La intransigencia, a veces oculta en el inconsciente colectivo, es algo que venimos arrastrando los humanos, demasiado humanos, desde tiempos inmemoriales. Y da la impresión de que este fanatismo seguirá campando en los torreones de la patria nuestra por los siglos de los siglos. Nuestra obcecación nos impide ver con claridad la realidad, esta realidad amasada con ponzoña y casi siempre con mucha ferocidad. Un chivo expiatorio es suficiente para que nos ensañemos con él. Y en este caso el chivo es un rumano con pinta de raterillo. Un rumano estigmatizado de por vida. Sospecho. La especie humano-animal es racista por naturaleza. Ni el bueno de Rousseau fue capaz de mejorarla. Por otra parte, la cultura/incultura sólo ha conseguido añadir más moje al asunto. Una salsa que devoramos cual si se tratara de un cadáver exquisito. Nos encanta zamparnos unos a otros. Últimamente en el Bierzo se habla de los rumanos como si fueran unos apestados de la sociedad. Al parecer, siempre son ellos quienes delinquen y cometen todo tipo de fechorías. Es evidente que los rumanos no gozan de buena reputación en nuestra tierra. A menudo se oye decir que el Bierzo es una tierra acogedora, y lo es, pues en ella conviven, en paz y en armonía, desde pakistaníes hasta caboverdianos. Pero los rumanos se nos han metido entre ceja y ceja. Es como si los tuviéramos atravesados. Rumanía es un país que se nos presenta como un poco alejado de nuestras miras. Y tampoco nos importa demasiado. Lo único que nos importa y hasta nos produce muy mala hostia es que estos individuos desvalijen casas, joyerías y establecimientos varios. No digo que no haya rumanos capullos, que los hay, como en todos los rincones del universo conocido. Cabrones haylos de todas las raleas. Mas no vayamos a caer en la trampa de la generalidad. Una trampa letal, sin duda. No generalicemos sin ton ni son, por el mero hecho de opinar. Qué la cordura nos acompañe en este camino de rosas trilladas. Los rumanos, que tienen mucho de gitanos, no son plato de nuestro gusto. En realidad, nunca lo han sido. Se les soporta pero no se les traga. En nuestro país, y por ende en nuestro entorno más inmediato, se sigue mirando con ojeriza a los gitanos. En cuanto nos tocan las varices primigenias se nos sale la vena xenófoba. "Eres un húngaro", recuerdo que te decían -hace tiempo que no escucho esta chistosa y bestial expresión-, si te querían insultar. Rumanía es una tierra que me hace soñar y la música zíngara una maravilla que me ayuda a levitar. Lo mejor en estos casos es quedarse con el lado bueno del país y de sus gentes.

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