Diario de León

Ramón Lobo | Reportero de guerra y escritor

«La guerra está en nuestra naturaleza porque en nuestro ADN está el miedo»

Ramón Lobo, durante una visita a León en 2019. CARLOS S. CAMPILLO

Ramón Lobo, durante una visita a León en 2019. CARLOS S. CAMPILLO

Ponferrada

Creado:

Actualizado:

Narró el horror de las guerras de los Balcanes, los conflictos de Chechenia, Irak, Ruanda o en Sierra Leona. Durante veinte años trabajó en la sección de Internacional del diario El País y ha iniciado una nueva ruta como escritor que le ha llevado a hablar de El día que murió Kapuscinski y Las ciudades evanescentes . A punto de recoger el Premio Manu Leguineche en Guadalajara Ramón Lobo participará el 1 de julio en el curso de verano ‘Los Círculos de la Guerra’; la cuarta edición de la cita con el Periodismo Narrativo en el centro asociado de la Uned de Ponferrada.

—Decía hace unos días Alfonso Armada que «la guerra está en nuestra naturaleza y por eso debemos domesticarnos». ¿También cree que la guerra viene dentro de nuestro ADN?

—La guerra está en la esencia de nuestra naturaleza porque en nuestro ADN está el miedo y el miedo es lo que provoca la guerra. El miedo al otro, a lo desconocido. Decía Kapuscinski que la primera tribus-familia, allá por Mesopotamia, seguramente pensaría que era la única en el mundo, como nosotros pensamos que somos los únicos en el universo, aunque sabemos que hay más civilizaciones con las que no hemos estado en contacto. La sorpresa de esa primera familia cuando se encontró con una segunda tribu-familia sería mayúscula. Ante este encuentro solo hay tres opciones; una es negociar, saludarse, ver de dónde vienes, qué cultivas e iniciar una relación comercial; la otra es esconderse por el miedo; y la tercera es atacar, por el miedo.

—En La paradoja de la bondad, el antropólogo Richard Wrangham, afirma que la humanidad ha aprendido a dominar su lado agresivo y nos estamos domesticando. Pero en el mundo no hay un día sin guerra ni una generación sin conflicto.

—Nuestros instintos básicos son la violencia para conseguir nuestros objetivos. A un niño, si no le educaras, sería capaz de golpear a un compañero por el Kinder para quitarle un juguete. Hay que educar la capacidad de contener nuestros instintos violentos y fomentar una cultura de paz y de diálogo. En situaciones de conflicto como el que vive ahora mismo Ucrania, el problema es que toda una generación o varias generaciones de jóvenes van a salir de ahí traumatizadas. Cuando esto acabe, que puede ir para largo, tendremos dos trabajos; uno curar las heridas psicológicas de una guerra; y otro recuperar el diálogo y la cultura de la paz. Porque una parte de los problemas que puede tener Ucrania, sea cual sea el final, y es un final el que una parte de Ucrania sienta que ha vencido, aunque tenga que hacer una cesión de territorio, es que se dispare el ultranacionalismo ucraniano, que no tiene por qué ser nazi, piense en Cataluña, piense en el de Madrid de Ayuso, y se empiece a considerar que los ciudadanos que son rusos, que viven en Ucrania y que se sienten ucranianos, son sospechosos, cuando las principales ciudades que han bombardeado los rusos, tanto del Sur como el Este son de mayoría rusa. Tendremos que estar muy vigilantes.

—Ensayistas como Margaret McMillan resaltan algunas paradojas; avances tecnológicos y transformaciones sociales como la incorporación de la mujer al trabajo las trajo la guerra.

—Por desgracia, la guerra pone en marcha procesos de investigación y de mejora tecnológica referida a las armas, pero también saltos que permite incorporarlas a la tecnología civil. El problema es que también se consiguen grandes avances en tecnología civil sin necesidad de matar a nadie. Este es uno de los males de la guerra, sin olvidar que el mal primero es la propia guerra.

—Alfonso Armada, vuelvo a él, afirma que la guerra es «un fracaso moral multiorgánico.

—La guerra es un fracaso moral multiorgánico, como dice Armada. Es el fracaso de la posibilidad de entendimiento. Cuando una parte fuerte siente que puede ganar todo, es muy difícil negociar antes con esa parte fuerte. A toro pasado, todos somos toreros, una vez que pasa la historia es muy fácil leer hacia atrás y ver dónde nos equivocamos. Pero había señales claras por parte de Putin de que se dirigía hacia un nacionalismo, no tanto soviético, como zarista, que no considera que ni Bielorrusia ni Ucrania sean estados con capacidad de decidir. A Bielorrusia la tiene en sus manos a través de Lukashenko. El problema es que a Ucrania tiene una historia muy complicada, porque perteneció a dos imperios, a tres si añadimos Crimea, y ¿dónde ponemos aquí la frontera? Hay un libro de Guillermo Altares fantástico, titulado Una lección olvidada sobre Europa, que ha sido un territorio de guerras y de sangre tremendo y fue capaz, después de la Segunda Guerra Mundial, de construir algo tan impresionante como la Unión Europea.

—Ha escrito una novela sobre Kapuscinski, que contaba los conflictos desde la empatía con las víctimas.

—La guerra solo se puede contar desde el punto de vista de la víctimas. Es evidente que en un conflicto, en una cobertura larga, de cinco semanas, por ejemplo, tendrás que hablar con militares, políticos, profesores, sociólogos, que te van ayudar a entender el contexto en el que te estás moviendo. Pero las personas que tienen que poblar tu relato son civiles. Ernie Pyle, que ha sido uno de los grandes corresponsales de guerra de la Segunda Guerra Mundial, decía algo así como ‘yo no sé nada de la gran película, yo solo sé de soldados que tienen miedo, están sucios, tienen frío y hambre, y contaba la guerra desde ese punto de vista de los soldados que combatían o de los civiles que sufrían la guerra.

—Se ha mostrado crítico con cierta izquierda que teme una escalada del conflicto que aleje el final de la guerra si se siguen enviando armas a Ucrania.

—No he entendido la postura de la izquierda a la izquierda del PSOE en este conflicto. Creo que se han ido metiendo en un jardín. Entiendo que es difícil. Incluso les está pasando a las izquierdas europeas, que están más próximas a esas líneas de confrontación. Pero estamos viendo estas semanas que muchos de los argumentos que se esgrimen son de 1986, de la Guerra Fría. Y el mundo ha cambiado un poco desde 1986, hay que salir del grito de ‘Otan no, bases fuera’. La Otan es una organización militar defensiva que cumplió su función, dirigida por Estados Unidos. Que en el momento en que cae el muro de Berlín y sobre todo en los cuatro años de Trump, queda en coma. Quién ha resucitado a esta organización es Putin hasta el punto de que dos países neutrales y de indudables hechuras democráticas como son Finlandia y Suecia quieren entrar. No debe ser un imperio del mal. Creo que, muchas veces, esa izquierda a la izquierda del PSOE confunde Estados Unidos con la Otan. Es cierto que Estados Unidos dirige la Otan, pero la Otan no ha colocado dictadores en América Latina, no ha violado derechos humanos en Guatemala, no ha colocado a Pinochet, a Videla… la Otan no ha invadido Irak, aunque haya participado después en operaciones en Irak de falso mantenimiento de la paz, porque no había paz. Pero lo que tenemos que discutir no es el todo, sino cómo se va a organizar la Otan. La Otan no puede seguir la política de los Estados Unidos porque lo que han demostrado es que sus intereses y los europeos divergen en varias cosas, sobre todo en China. A Estados Unidos le gustaría arrastrar a la Otan a su confrontación con China. Nosotros no podemos entrar ahí. ¿Cuál es la solución? Un Ejército Europeo, algo que llevo defendiendo muchísimos años. Está en el Tratado de Maastricht; una política exterior y de defensa común, y de ahí surge un ejército de defensa que no saldría más caro que pertenecer a la Otan. El problema es que hasta que se cree el ejército pueden pasar años y la única organización efectiva para enfrentarse a Putin es la Otan. Como disuasión. Si no existiera la Otan, ya se hubiera comido los países bálticos.

—También ha mostrado su preocupación por el periodista Pablo González, que lleva cien días en una prisión polaca acusado de espiar para Rusia.

—La detención de Pablo González no tiene un pase. No puede estar una persona más de cien días detenido sin cargos, sin abogado, sin saber exactamente de qué se le acusa. Dicen que se le considera un espía. Pues si es un espía que lo demuestren. Si tienen pruebas que las presenten a un juez que decida, en un país de la Otan, si son sólidas. Y si no hay pruebas, lo tienes que poner en libertad. No entiendo nada de este caso. No entiendo qué está haciendo el Gobierno español. Supongo que hay mucho trabajo bajo cuerda, pero lo que se ve es alarmante.

—Ha cubierto guerras y conflictos en los Balcanes, Chechenia, Irak, Ruanda... ¿Cómo le han marcado a usted los conflictos?

—La mejora manera de no deshumanizarte de la guerra es tratar con personas, con civiles, con víctimas. Eso te impide deshumanizarte.

tracking