La 31 despierta del letargo

m. carro | ponferrada

Un silbido estridente y una nube de vapor son suficiente para erizar el vello no de una persona, ni de dos, ni tres; de decenas, cientos. Las que, ayer, acudieron a la llamada de la emblemática PV 31, la locomotora que marcó un antes y un después en el valle del Sil a la cabeza del tren Correo, que unía Ponferrada con Villablino.

La 31 volvió a despertar del letargo, de la hibernación en el Museo del Ferrocarril de la capital berciana, en el que ingresó hace ocho años. Lo hizo en un ambiente de emoción contenida, sobre todo de aquellos que suman más años y que consiguieron viajar al pasado a través de un solo sonido. De ellos, desde luego; pero también de los más jóvenes, muchos niños con cara de admiración, de cierta incredulidad, boquiabiertos por lo que estaban viendo y que, en su mayoría, nunca antes habían visto. Querían subirse al «tren» e insistían en ello a hombros de sus padres. Pero eso no fue posible. La 31 es solo una pieza de museo que se exhibe en su plenitud de vez en cuando, silenciada, atada a un edificio cuando podría ver el sol y surcar las vías que tanto tiempo recorrió, ahora con un fin turístico.

La PV 31 está llamada a ser el cerebro del Ponfeblino. Sólo así esos niños podrían ver cumplido el deseo de subirse al tren que, insistentemente, reclamaban ayer. Ellos, sus padres y sus abuelos. Cualquiera. Todos lo que acudieron a la llamada de la emblemática locomotora pensaban lo mismo. ¿Por qué no se saca más veces?, se preguntaban algunos; mientras otros iban más allá y hablaban del Ponfeblino. Preguntas hay, pero respuestas faltan.

Construida en 1913, la 31 llegó al Bierzo en 1943 de la mano de la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP) y tiró del tren Correo durante más de cuarenta años. El último viaje con pasajeros lo hizo en 1983 y en 1989 dejó de llevar carbón hasta la térmica de Compostilla. Ya retirada, en 2001 fue restaurada por la Junta de Castilla y León y, más tarde, cedida a Ponferrada para su exposición.