Diario de León

Libertad sin ira, pero con memoria

Camponaraya recuerda a los 35 asesinados por la represión franquista en la Curva de Magaz de Abajo

La nonagenaria Esther Guerrero, hija del maestro de Hervededo asesinado en 1938, junto al monolito y el edil Oli Vega. L. DE LA MATA

La nonagenaria Esther Guerrero, hija del maestro de Hervededo asesinado en 1938, junto al monolito y el edil Oli Vega. L. DE LA MATA

Ponferrada

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Ondeaba la bandera de la República y a Esther Guerrero, la hija de Andrés, el maestro de Hervededo al que sacaron de casa un día de 1938 para morir asesinado en una cuneta de Rodanillo, le temblaban las manos mientras sostenía el papel que iba a leer al pie del monolito que desde el año pasado recuerda a las 35 personas asesinadas en la Curva de Magaz de Abajo. Esther, que tiene más de noventa años, no le temblaba la voz, sin embargo, y aunque apenas se le veía la cabeza por encima del atrio, leyó las palabras que les dedicó su padre cuando fueron a buscarle: «llevo mi conciencia muy limpia y tranquila, que hagan de mi lo que quieran».

Y lo que hicieron llevarle a Rodanillo y asesinarle. «A las ocho de la mañana lo sacaron de casa y a las 11 de la noche lo tenían muerto en la cuneta», afirmó Esther en uno de los momentos más emocionantes del primer acto institucional en memoria de los represaliados de la Curva de Magaz y de todos los represaliados en general, celebrado ayer ante el monolito que recuerda sus nombres y en presencia del presidente de la Diputación de León, Eduardo Morán, del concejal de Podemos Oli Vega, promotor de la declaración institucional aprobada por unanimidad (PSOE, Podemos, PP y Ciudadanos) en el Pleno de Camponaraya para reservar el primer domingo de septiembre a recordar todos los años a las víctimas relacionadas con la funesta curva, de familiares, de miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, de USE Bierzo, como el ex alcalde de Ponferrada Samuel Folgueral y el investigador de la memoria Santiago Macías, que en su momento ayudó a completar la lista de represaliados, y de la cantautora Ester Lanzón (de voz honda) y la escritora Sol Gómez Arteaga.

Junto a la voz de la anciana se oyó a la nieta del que fue teniente de alcalde de Fuentesnuevas, Rosendo Quindós, asesinado y enterrado en la curva, y cuyos huesos, posiblemente removidos por obras en la carretera, no han aparecido. Regina Gancedo Quindós recordó cómo su madre, Consuelo Rodríguez, fallecida hace dos décadas, quiso que en su lápida figurara la frase ‘viuda de Rosendo Quindós’ «para que nadie se olvidara de quién había sido su marido». Y dejó claro porque son necesarios actos como el de ayer en medio de la «involución» que vivimos. «Las nuevas generaciones no conocen los crímenes de la dictadura y tiene que saber lo que ocurrió porque es algo que ahora se está tapando. No es ni revancha, ni odio, no buscamos enfrentarnos otra vez, es algo que llevamos dentro y tenemos que sacarnos».

Sus palabras las apuntaló Oli Vega. «No puede haber desagravio y reconciliación a través del olvido», dijo. Y volvió a destacar como «un lugar de muerte y de desolación», que tanto ha marcado a Magaz de Abajo se ha transformado en «un lugar de encuentro». Toda una metamorfosis. «Con el olvido no se cicatrizan heridas. Con la memoria es la mejor forma», añadió.

Y fue Eduardo Morán, cuyo padre presenció de niño los primeros fusilamientos en la curva acabado el verano de 1936, el que pronunció la frase que encabeza esta crónica: «La libertad sin ira es posible, pero no podía ser completa sin memoria», afirmó en alusión al espíritu y las lagunas de la Transición.

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