Diario de León

FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya

Vermeer de Delft

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No recuerdo con exactitud la primera vez que vi una lámina de un cuadro de Vermeer en algún libro de historia del arte. Es probable que la primera ilustración fuera "Una vista de Delft". Aquel paisaje holandés debió quedarme grabado en la memoria afectiva. Y desde entonces ando en busca del espacio y el tiempo perdidos, como Marcel Proust, a quien por cierto le entusiasmaba la pintura de Vermeer. Desde el día en que viera Delft, a través de una pintura, me enamoré de Holanda, ese país que tantas veces he visitado y que me hace sentir como en mi propia morada, incluso mejor que en mi propia tierra. A lo mejor uno fue holandés en otra vida. Qué chistosito. No estaría mal creer en la reencarnación. Pero regresemos al tema. Desde bien pequeñín me emocionaba ver cuadros de pintores en los libros escolares. Uno, en aquella época, no tenía la oportunidad de visitar los museos y pinacotecas. Vivíamos una época de miserias culturales y estrecheces económicas. Lo que sí recuerdo es que sentía un especial cariño por Velázquez y Rembrandt (el retrato del Conde Duque de Olivares, La rendición de Breda y La noche de ronda eran algunos de mis cuadros preferidos), aunque en aquel tiempo uno no sabía lo importantes que eran estos pintores y estas pinturas. A Vermeer lo descubrí más tarde. Con el paso de los años, a través de los escritos de Dalí, el cine de Luis Buñuel y de Peter Greenaway, Vermeer se me apareció una vez más, en todo su esplendor. Entonces este ilusionista óptico pasó a ser uno de mis pintores favoritos. En realidad ya lo era. La primera vez que tuve la ocasión de ver un Vermeer de verdad debió ser en el Louvre de París. Era la famosa Encajera, cuadro que también es conocido como La Tejedora. Y el segundo cuadro que debí ver de este pintor fue en el Museo Kunsthistorisches de Viena. Era El arte de la pintura. Ya en Francia, en mi época de Erasmus, me aficioné a los viajes. Realicé varias visitas al Rijksmuseum de Amsterdam y al Mauritshuis de La Haya, donde se encuentran algunos de los cuadros de este excepcional pintor holandés. Sus cuadros están repartidos por todos los grandes museos del mundo, salvo en nuestro país, que no hay ninguno, aunque en estos momentos, desde hace más de dos meses, hemos tenido la ocasión de visitar una exposición de Vermeer y algunos pintores como Hooch, Jan Steen y Metsu en el Museo del Prado. Si os acercais a la capital del reino no dejéis de ver esta exposición, que ya se acaba. Y si contáis con algunos días de asueto, visitad Delft, que es un sitio en el que a buen seguro os sentiréis como en el paraíso. Vermeer bien vale un viaje a Madrid y aun otro a su ciudad natal.

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