El antruejo expulsa a los espíritus

El Antruejo de Velilla de la Reina trasciende al Carnaval de la provincia como uno de los acontecimientos turísticos más arraigados por su alto valor antropológico y etnográfico. Cientos de personas disfrutaron de una fiesta declarada de interés turístico y en la que los toros y los guirrios, de impecable blanco y con botas de caña alta, además de otros personajes de muy arcaico y dispar origen, fueron de nuevo los indiscutibles protagonistas.

La exaltación de la naturaleza y de la fecundidad constituyen la parte central de un ritual que viaja al pasado mientras la música y la danza exhiben uno de los antruejos rurales más tradicionales de todos los que se contemplan en España.

Los quintos se encargaron de levantar a la moza casadera sobre las astas del toro, pero la mascarada de Velilla tiene además una vertiente agrícola, pues piden también la fertilidad de la tierra con la siembra de la cernada con arado romano.

Al final, todos acaban ‘encisnados’ de ceniza, que igualmente sirve de alimento para un sustrato del que bebía buena parte de la comarca en otros tiempos.

También concurren otros seres extraños, como la gomia, monstruo con la cabeza de un esqueleto de caballo; los toros de saco, llevados por los chavales más jóvenes, o el oso, que hace alarde de fuerza. Del mismo modo se dejaron ver el cerdo o el jabalí, además de otros seres ancestrales que convierten al Antruejo de Velilla en uno de los más primitivos.

Este ritual, de incalculable valor, único y genuino en la península, sigue presente gracias al empeño de los vecinos de esta pequeña localidad entre la ribera del Órbigo y el Páramo. También por la implicación de la asociación Toros y Guirrios, que lo recuperó en 1979 tras los años de censura por culpa del franquismo.