Diario de León
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León

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Los medios de comunicación ya empiezan a hablar de “milagro”, en el caso del niño Julen: “¡a esperar el milagro!”. Sí, parece claro que si la pobre criatura fue capaz de sobrevivir a una caída de 60 mts, a un hábitat con aporte de oxígeno limitado a dos o tres días, a la hipotermia, la deshidratación y… qué sé yo cuántas más variables lesivas, físicas y psicológicas, que no le han debido de faltar en estos ocho días de ansiedad de todo un país, habría que comenzar a considerar, efectivamente, un milagro… pero de los de nivel Bosón de Higgs. No obstante, nadie se ha atrevido a alzar la voz apuntando lo que parece neta evidencia… ya que queda por cumplirse el “milagro”. Si se tratara de niños foráneos sepultados por los escombros tras un terremoto o bombardeo, amigo o enemigo, hace ya varios días que nuestros informantes hubiesen empezado a hablar de “fatal desenlace”, “nulas probabilidades de hallar víctimas con vida”, etc, etc. Pero se trata de permitir un circo mediático en el que muchos y muchas están sacando pecho… como es habitual en nuestro país de “chifla baturra y bombo manolero”… y ¡que nadie se atreva a criticarlo! Parece que los tubos no coinciden con el diámetro del pozo lateral… o es el pozo el que se ha excavado erróneamente… y todo es disculpable, ¡por supuesto! Menos dudar del “Milagro” Nadie habla del terrible daño psicológico que se le está haciendo a los familiares y a todo un país por extensión, alimentando falsas esperanzas, pero a todas horas hay oportunidad de ensalzar el heroísmo, muy de nuestra raza, de operativos e individuales que están “arriesgando su vida” para un propósito baldío. Después vendrán las justificaciones, las disculpas, el “no pudo ser, pero se intentó hasta el límite de fuerzas y recursos”. Es un niño de 2 años, una criatura frágil e indefensa; casi todos hemos tenido uno en nuestros brazos, hemos velado su sueño y nos hemos sobresaltado de muerte cuando se ha atragantado o le hemos perdido de vista por un instante entre los columpios del parque o en el centro comercial. Yo experimenté, y aún sigo experimentado, espeluznos de horror y rabia cada vez que recuerdo la espantosa muerte de ese otro bebé, que el aborto mental de su padre se olvidó en el asiento del coche un día de verano, no hace muchos meses. Y es así, como tres veces al día, con cada telediario, que bajo, una y otra vez, al pozo de Totalán y atravieso arañando con uñas y carne viva el tapón que al pequeño le separa de la vida, tratando de encontrar una manera de suministrarle oxígeno, alimentos y calor. Y como yo, las tres cuartas partes del País. De todos los involucrados [e involucradas] en el rescate, siento exponerlo tan crudamente de manera pública, pero las únicas que se merecen toda mi empatía, simpatía y amor filial, son esas “madres” de las localidades de la zona [que es de las que menos se habla] que se esfuerzan a diario por preparar bocadillos y bebidas a los operativos de rescate [madre es madre] Lo demás, lo veo como una sobreactuación, que ni me conmueve, ni me reconforta. Son invitados sobrantes en una agonía evitable. No obstante, ojalá tuviera que pedir disculpas públicas, retractarme de todo lo dicho y comerme cien veces el folio donde cabe esta columna… si al final, se cumple el MILAGRO. ¡Ojalá! Omar Alvarado Escritor y Cantautor

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