Diario de León

Nuevo contrato social entre mujeres y hombres

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León

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Como apunta Nuria Varela, la violencia contra las mujeres no es una lacra, no es un castigo divino o una epidemia. Es un problema que afecta a algunos hombres por la manera en que ha sido socializados bajo un sistema androcéntrico que les han hecho creer que ellos son la medida de todas las cosas. Su sistema de creencias se fundamenta en la defensa de que las mujeres son inferiores y, por ello, no hay obligación de respetarlas. También creo que son hombres que tienen un concepto muy arraigado de que las relaciones de pareja son relaciones de dominación y propiedad. No tienen autoestima y el miedo les hace sentirse celosos e inseguros. Asumen los clásicos roles de la masculinidad, a saber, la dominación, el sustento del hogar, y la agresividad. La violencia contra las mujeres en España encontró su punto de inflexión en 1997 cuando Ana Orantes fue asesinada por su marido pocos días después de relatar su vida tras 40 años de violencia en un programa televisivo. A partir de ahí, la sociedad española empezó a darse cuenta de que este tipo de violencia no era un asunto privado como se pensaba sino que pasaba a ser un problema social, es decir, público y por lo tanto político. Tuvimos que esperar hasta finales de 2004 para que entrase en vigor la Ley Orgánica de Protección Integral contra la Violencia de Género, ley que fue aprobada por unanimidad y que recibió numerosos halagos de expertos de la Unión Europea. Entender que la lucha debía ser integral determinó que se pusieran a trabajar conjuntamente los diferentes departamentos ministeriales. En aquel momento, mi profesion me hacía estar en continuo contacto con la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior y recuerdo las largas sesiones de trabajo para poder acordar la denominación y contenido de las estadísticas sobre violencia contra las mujeres. En la actualidad, el crimen pasional, la muerte por amor, “la maté porque era mía” o “mi marido me pega lo normal” ya son, afortunadamente historia, pero no podemos olvidar la importancia que tenían hace apenas unos pocos años. Creo que los avances han sido muchos aunque es preciso reconocer fallos que tristemente pueden ser fatales. Cuando una mujer dá el paso y denuncia, debe tener las garantías de todos los agentes implicados en su protección y asistencia. Denunciar es reconocer ante el maltratador, la familia y la sociedad esa violencia y el deseo de acabar con ella. No es admisible que mueran mujeres con órdenes de protección y alejamiento en vigor. No es posible que los hombres condenados y no rehabilitados sean excarcelados y que algunos lleguen a manipular las pulseras de localización. Creo que las mujeres son supervivientes no víctimas. Sabemos que los violentos son poco reinsertables tras los tratamientos a los que las autoridades les someten por lo que se hace necesario, desde mi punto de vista, impulsar mecanismos que controlen sus vidas fuera de las prisiones una vez estén en libertad. El último caso es el de Rebeca Santamalia, abogada de Zaragoza asesinada por un cliente que hacía 15 años había matado a la que entonces era su esposa. Sabemos que son cerca de 1000 mujeres asesinadas en España en los últimos 15 años frente a las 829 personas que la banda terrorista ETA mató en 43 años. A estos números, habría que añadir las mujeres asesinadas sin que haya o haya habido relación de pareja con sus asesinos. Dónde están recogidos los casos de Diana Quer o Laura Luelmo? Claramente defiendo que la violencia contra las mujeres no es un problema de las mujeres sino de los hombres. Sólo la educación podrá cambiar los modelos de la tradicional masculinidad que tanto daño hacen a nuestra sociedad. Debemos defendernos ante las mentiras que empiezan a extenderse dado que las resistencias a los logros del feminismo son lamentablemente muy patentes en la actualidad. Y creo que la lucha no es sólo de las mujeres porque hombres como Miguel Lorente, Octavio Salazar y otros muchos deben ser copartícipes de esta lucha. Podemos erradicar este tipo de violencia porque como dice Nuria Varela si no lo vemos posible, no podremos conseguirlo. Debemos trabajar para alcanzar ese nuevo contrato social entre mujeres y hombres que defiende Octavio Salazar y hemos de hacerlo rápido porque una sociedad en la que persistan asesinatos contra la mitad de la población por el mero hecho de ser mujer no tiene cabida en las sociedades democráticas. Hay que enseñar en las aulas que feminismo es democracia y que no hay democracia sin feminismo porque la igualdad está en su ADN. De la misma manera, los medios de comunicación deben luchar contra esa violencia simbólica que todo lo invade.

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