Diario de León
Publicado por
Carlos Sáez López
León

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Todos sabíamos que estabas muy mal, que si la pierna, que si el intestino, y sobre todo, que si la edad… Orencio, la edad no perdona, y aunque disimularas tus males con el buen humor que siempre tuviste hablando de tus "versículos"e intentando vender la pierna y hasta incluso regalarla, todos sabíamos que tenías a la parca muy cerca, pero también sabíamos que tenías a tu Angelines mas cerca todavía y que no la dejaba entrar ni en el portal porque nunca dejó de cuidarte y protegerte. Fíjate que siempre hablo en plural, y que repito la palabra "sabíamos". Estate seguro que somos muchos los que "lo sabíamos", muchos los que siempre te quisimos como si fueras nuestro tío mayor, nuestro maestro, confidente, consejero, y al que todos envidiábamos por tus dotes para el dibujo por el que te conoce media España y sobre todo por tu bonhomía. A alguno nos contaste las anécdotas de tu guerra mientras viajábamos para montar o desmontar alguna exposición, y digo tu guerra, porque te pilló en todos los frentes, porque te dejó una herida que tuviste que aguantar tantos años y que no todos conocíamos. Nos contaste como llegaste a León, de tu profesión mecánica montando la central de Mora de Luna, de que cuando se acabó la obra formasteis una cooperativa metalúrgica en la ciudad, de tus principios retomados como dibujante urbano, de los sacrificios que hiciste hasta aprender un dibujo excesivamente encorsetado que luego fuiste moldeando. Cuánta gente te admiró delante de la Catedral, de San Isidoro, de la Plaza del Grano, de cualquier rincón de León, de Castrillo de los Polvazares o del Gótico de Barcelona y de innumerables sitios que supiste reflejar como nadie en tus cuadros. Cuantos pintores aprendimos gracias a tí a colocarnos ante un tema, a mirarlo con paciencia y a esperar a que llegara una luz adecuada para robarla en ese momento exacto, como buscar sin prisas puntos de vista adecuados y cómodos, porque eras un sibarita en tus colocaciones ante el tema, ya que casi nunca te deslumbraba el sol, tampoco te mojaba la lluvia ni pintabas incómodo. Sabías esperar, y eso nos lo trasmitiste a todos. Nunca negaste una explicación, jamás tuviste secretos al explicar tu singularidad en el arte y siempre fuiste muy sincero a la hora de dar una opinión sobre lo que te presentaba cualquiera. Y aunque nos conocíamos de bastantes años antes, en el 87 formamos un colectivo de pintores al que se unieron escritores, músicos, poetas y hasta adivinos en las tertulias que organizábamos los sábados por la tarde en el Quindós y que luego trasladamos al Victoria donde se pergeñaron exposiciones que luego realizamos, donde tú siempre fuiste el más respetado, por tu edad, por tu calidad artística, y en especial por tu calidad humana. Dejas un recuerdo imborrable en León, y en especial en todos nosotros, estoy seguro que desde arriba nos seguirás controlando en nuestro trabajo, sutilmente nos corregirás las pifias y tendrás charlas con aquellos que admiraste desde aquí Canaletto, Mantegna, Ingres, Miguel Angel o Leonardo, ya que ellos te explicarán sus trucos para hacer perspectivas, y tú les explicarás los tuyos. Seguro que organizareis más de una exposición. ¿Y que más puedo decirte?, si sabemos por Javi que nos esperarás con el caballete preparado, y que cuando lleguemos, nos irás explicando todo lo que aprendiste con esa cuadrilla de fenómenos. Que nos dejas muy solos. Pero estate seguro que todos te hemos querido y siempre nos acordaremos de ti. Un abrazo y muchas gracias Carlos Sáez López en nombre propio y de todos los que te disfrutamos

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