Diario de León

Casado rechaza gobernar con Vox pero descarta el cordón sanitario de Sánchez

Replica que no aceptan lecciones de moral de un partido que gobierna gracias a sus pactos con ERC y Bildu

El presidente del PP, Pablo Casado, ayer en el Congreso de los Diputados. JAVIER LIZÓN

El presidente del PP, Pablo Casado, ayer en el Congreso de los Diputados. JAVIER LIZÓN

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Pablo Casado no ha variado de posición. De momento, dejará en manos de Alfonso Fernández Mañueco las negociaciones para formar en Castilla y León un Gobierno en solitario, sin Vox. Pero eso no quiere decir que vaya a imponer un cordón sanitario al partido de Santiago Abascal en toda España, como le propuso el martes Pedro Sánchez a cambio de la determinante abstención del PSOE en el debate de investidura. El líder del PP hizo hoy oídos sordos al ofrecimiento del presidente del Gobierno. Sin embargo, desde su partido dejaron claro que no le seguirán en un discurso que creen falaz.

Sánchez aprovechó de nuevo la sesión de control en el Congreso para repetir al líder de la oposición lo que ya había dicho la víspera en el Senado, que está dispuesto a salvarle de la «trampa» en la que se ha metido con el adelanto electoral de Castilla y León si, primero, le pide expresamente ayuda; en segundo lugar, explica públicamente por qué la ultraderecha no puede entrar en un Gobierno, y, por último, aclara que no solo quiere aislar a la ultraderecha en esa comunidad autónoma porque ahora le convenga sino que está dispuesto a romper con Vox «para siempre y en todos los territorios». En realidad, la repetición de esa oferta —con la que el jefe del Ejecutivo trata de sacudirse toda la presión que han puesto sobre sus espaldas los alcaldes socialistas de Valladolid y León, Óscar Puente y José Antonio Díez, para que el PSOE sea proactivo a la hora de impedir la entrada de Vox en el próximo Ejecutivo castellano y leonés— llegó cuando a Casado no le quedaba ya tiempo de intervención. Pero el líder del PP podría haber usado su turno para abordar un asunto planteado ya la víspera. Y no lo hizo. La gestión del resultado del 13 de febrero resulta muy espinosa para la dirección del partido conservador.

Los comicios dejaron a Vox como único socio viable para alcanzar la mayoría absoluta y Abascal ha sido diáfano respecto a su intención de no dejar pasar esta oportunidad para entrar, por primera vez, en un Gobierno autonómico. Pero para Casado ese escenario resulta en estos momentos incómodo, fundamentalmente, porque cree que daría munición a Sánchez para movilizar al electorado de izquierdas en las próximas citas con las urnas, la más inminente, aunque aún sin fecha, la de Andalucía. Casado, pues, sorteó la cuestión y, aunque en su cara a cara con el jefe del Ejecutivo coló de rondón la pulla de que las del pasado domingo son las terceras elecciones que pierde el PSOE en lo que va de legislatura, prefirió centrar su intervención en otro asunto: el rechazo de los socialistas a la proposición de ley popular para ofrecer «mayor protección» a las víctimas del terrorismo frente a los beneficios penitenciarios de los presos y los ‘ongi etorri’, los homenajes a los condenados de ETA. En la Moncloa alegan que solo ese hecho ya pone en evidencia que el líder del PP fracasó en su intento de hacer de Castilla y León el lugar perfecto para escenificar un cambio de ciclo a favor de su partido. Los populares esgrimen que la posición del líder del PSOE como adalid de la moderación y defensor de la democracia no resulta «creíble». Fuentes de la formación argumentan que si Sánchez considera tan perjudicial que el partido de Abascal tenga un papel en el Ejecutivo castellano y leonés podría «dar los pasos» pertinentes para evitarlo. Paradójicamente, no solo desde el PP se puso en solfa que el presidente del Gobierno esté dispuesto a una abstención de su partido.

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