Diario de León

Comuneros: 500 años de historiografía enfrentada y de manoseos políticos

La exposición de la Junta pretende poner en valor el levantamiento contra el rey Carlos I

Imagen del cuadro de los comuneros. R. GARCÍA

Imagen del cuadro de los comuneros. R. GARCÍA

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Del olvido a la exaltación, de la memoria arrasada a la reivindicación social y política, el movimiento comunero «no ha dejado indiferente a nadie» desde el mismo momento de su derrota hasta nuestros días: quinientos años de historiografías enfrentadas y manoseos políticos de diverso tinte. «No ha dejado del todo indiferente a ninguna generación de españoles desde el siglo XVI hasta las últimas publicaciones», ha resumido en una entrevista con Efe el historiador Salvador Rus, catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y políticos (Universidad de León).

Ha transcurrido medio milenio desde la derrota comunera en Villalar (1521) y la definitiva rendición de Toledo (1522), pero no se ha disipado ni el eco, ni la memoria de lo que unos han visto como la primera revolución de la Edad Moderna y otros han rebajado a la categoría de revuelta de alcance menor.

«No es una revolución sino el intento de un cambio político de gran calado. Los comuneros no niegan la monarquía (de Carlos I) pero sí defienden el control del ejercicio del poder a través de los cauces institucionales que eran las Cortes», ha terciado desde la equidistancia el profesor Rus, coordinador científico y académico del programa conmemorativo del V Centenario del Movimiento Comunero.

El tiempo de la libertad

Organizado por las Cortes de Castilla y León, bajo el lema de ‘El tiempo de la libertad’, «hemos intentado que sea una conmemoración de Comunidad» con la apertura de una exposición, la celebración de un congreso internacional, el estreno de una ópera que recorrerá las nueve provincias y el rodaje de un documental divulgativo «para las videotecas, colegios y centros de enseñanza», ha relacionado.

Una vez sofocada la Guerra de las Comunidades (1520-1522), la casa de Juan de Padilla y María Pacheco en Toledo fue derribada y cubierta de sal su ruina «para borra toda memoria», durante los siglos XVI y XVII hubo un intento de «olvidar y silenciar» a los Comuneros hasta que en el XVIII «comienza una cierta rehabilitación de su figura». «Pero hay que esperar al liberalismo para que sean exaltados como adalides y defensores de los derechos y libertades de los ciudadanos», ha proseguido Rus, convencido de que «han sido patrimonializados por tendencias políticas» de uno u otro signo, una demostración más de que «no dejaron indiferentes a nadie».

Argüelles los invocó en el discurso de apertura de las Cortes de Cádiz (1812) e incluso Carlos Marx alude a ellos en algunos opúsculos suyos sobre las revoluciones, «pero es importante destacar que la primer labor historiográfica seria la realizó un académico, Manuel Danvila», autor de seis volúmenes sobre la historia de las Comunidades «que recoge muchos textos del Archivo de Simancas».

Se encuentran en ese archivo porque su principal impulsor, Felipe II, hijo del monarca protagonista de la Guerra de las Comunidades (Carlos V) «quiso saber exactamente qué había pasado».

La labor de Danvila, entre 1897 y 1900, «es el primer momento objetivo donde un historiador se preocupa de conocer los hechos con las fuentes documentales», ha apostillado, al principio de una centuria donde otros historiadores «deciden que los comuneros son políticos mediocres, locales y retrógrados», a quienes acusan de «no avanzar en la integración de Europa».

En esa onda, intelectuales como Ortega y Marañón no concede valor a ese movimiento contra Carlos V, a quienes estos pensadores consideran «el primer europeo» de la Edad Moderna, e incluso Ángel Ganivet «niega que existiera la batalla de Villalar», ha apostillado.

En la vertiente opuesta, hay quienes reivindican «la españolidad de los comuneros» y su condición de defensores de las libertades, lo que abanderaron Emilio Castelar como presidente de la I República (1873) y Manuel Azaña en la II República (1936).

Tras la Guerra Civil, un grupo de historiadores (entre ellos Joseph Pérez, Manuel Fernández Álvarez, Juan Ignacio Gutiérrez Nieto, Julio Valdeón, Demetrio Ramos y José Antonio Maravall) «acuñaron la tesis de que las Comunidades fue una revolución que intentaba promover un cambio en España». Ya en el último tercio del siglo XX, especialistas como Máximo Diago (CSIC), José Joaquín Jerez Calderón y el propio Salvador Rus «limitan esa consideración de revolución cuando afirman que no se quiere cambiar la forma de Estado (monarquía) sino la de gobierno».

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