Diario de León
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VERLAS VENIR ERNESTO ESCAPA
León

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S in incurrir en la sensiblería de buscar el arpa del olvido, ni remontar colladas abruptas, parece oportuno alumbrar los resquicios sombríos de nuestro entorno inmediato. Sobre todo, para no acabar perdiendo el oremus en la travesía por lejanas montañas y asuntos distantes. Porque también nosotros tenemos nuestros ruidos y conflictos. Y es precisamente a las tramas domésticas donde más urge aplicar luz y escobón. Para no terminar concluyendo que la resistencia del depuesto alcalde popular armuñés a apear del callejero de Pajares de la Laguna las placas dedicadas a Moscardó es distinta a la cínica sordera de los alcaldes de León y Valladolid con los barrios dedicados a los facinerosos Carlos Pinilla y Girón de Velasco.

La única diferencia al mantener idéntica ilegalidad ha estado en la respuesta, que el mequetrefe armuñés expresó disparando a todo lo que se movía (desde Podemos a Pío García Escudero, pasando por Zapatero), mientras los alcaldes de León y Valladolid vienen optando por mirar para otro lado y dejar que siga la bola, y a ser posible, que viva Bartola. Si en el caso leonés el barrio bautizado con su nombre por el perillán Pinilla se asentó en el límite de León con San Andrés del Rabanedo, afectando a los dos municipios, en el caso vallisoletano existen precedentes de cambio de nombre sin ningún conflicto vecinal.

De hecho, la barriada de Parquesol tapó con el nombre de la empresa de su constructor leonés Marcos Fernández el tufo de cerro de la Gallinera, que es como se llamó siempre. Y el barrio de Girón se encuentra en la pendiente del cerro de las Contiendas, sin duda el mejor nombre para ese enclave. Claro que hace falta arrojo y pedagogía para situar la ciudad de hojalata heredada de la dictadura en la legalidad democrática. En Pajares de la Laguna, en Valladolid, en León y en San Andrés del Rabanedo. A veces, son los sarpullidos estrafalarios los que nos recuerdan cómo seguimos sin lavar nuestra propia ciudad, y de paso, que no sólo Puigdemont vegeta en la ilegalidad.

Lo primero es cumplir la ley, para poder exigir a los demás su cumplimiento. Sin trampas, mezquindad ni astutas maniobras cuniculares. Nos lo han recordado, en su comparecencia ante el Congreso de los Diputados, los directivos de las entidades de ahorros salvadas de la quema, que fueron pocas, pero suficientes para concluir que «el modelo de las cajas de ahorros no fue el problema de la crisis, sino la mala gestión». Acaban de participar en la Comisión de investigación de la crisis financiera, en la que previamente depusieron ruidosos perillanes como Rato, Solbes o Elena Salgado. Sin mayores alborotos, estos resistentes precisaron que su supervivencia se debió a que no traicionaron el objetivo de ayudar a las familias y empresas de su entorno con el crédito, así como luchar contra la exclusión social fomentando el ahorro entre las clases más desfavorecidas, realizar obra social y mantener una gestión profesional volcada en el apego al cliente y alejada de intereses políticos. Justo lo contrario, paso a paso, que padecimos por aquí, donde los gestores del generoso ahorro rural enseguida se aficionaron al dispendio y a los vuelos internacionales. Dado que ya se encuentran en capilla y con fecha para comparecer en el juzgado, esperemos que expliquen de una vez a cambio de qué concedían y renovaban créditos ilegales, temerarios y crecientes al constructor Santos Llamas. Porque bobos ya tienen acreditado que no son, y menos aún, desinteresados. Así que únicamente nos falta por conocer el retorno de aquel toma y daca.

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