Diario de León

Gente de aquí y allá | Las caras de la pobreza

El azote de los niños de la calle en Camboya

Drogas, violencia y sida son el castigo diario de los pequeños camboyanos sin hogar

Un niño sin hogar dormita en un rincón de Phnom Penh, Camboya, al amanecer.

Un niño sin hogar dormita en un rincón de Phnom Penh, Camboya, al amanecer.

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jordi calvet | Phnom Penh
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La droga se han convertido en el mayor azote para los niños camboyanos de la calle, cuya adicción les hace todavía más vulnerables a la violencia y al sida. «Antes, los niños de la calle sólo mendigaban. Ahora, se organizan en bandas, en las que se encuentran más protegidos, y salen a robar para poder pagarse las drogas», explica Hang Vibol, un activista que desde hace 18 años ayuda a los pequeños vagabundos en su centro de acogida Our Home, apoyado por la oenegé española Global Humanitaria.

Centenares de chicos sin hogar dormitan en cualquier rincón, acera o parque público de Phnom Penh al despuntar el día, tras deambular toda la noche para conseguir dinero con el que financiarse el vicio.

Entre quinientos y 2.000 niños de 11 a 20 años viven en las calles de la capital camboyana. La mayoría son huérfanos, jóvenes que han huido de sus casas tras ser rechazados por su padrastro o niños que han crecido en la calle con familiares pobres de solemnidad.

Algunos sobreviven con la recogida de basura para reciclar y otros se dedican a ocupaciones como la de capturar pájaros para que los transeúntes los liberen frente al Palacio Real en ofrenda a la buena suerte.

Sin embargo, la mayoría de ellos caen en la prostitución y la delincuencia. «Salen por la noche, roban, se prostituyen o hacen lo que pueden para comprar droga», dice Hang, quien añade que «los pederastas ofrecen mucho dinero».

Aunque la delincuencia es todavía un problema menor en Camboya, las autoridades del país han empezado a mostrar su preocupación por el aumento de atracos a turistas y la mala imagen que esto puede causar en un sector clave de la economía del país. Según Hang, el Gobierno se limita a ocultar el problema con periódicas operaciones de «limpieza» en las que los chicos son expulsados de las zonas más turísticas y abandonados en barrios del extrarradio.

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