Diario de León
Publicado por
GARCÍA TRAPIELLO
León

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Si tuviera que resumir a Juan Carlos Mestre en uno solo de sus cientos de poemas laureados, sería sin duda «Cavalo Morto», pero recitado por él como aquella vez en la universidad de Transilvania, en Kentucky, dejándonos asombrados en la mesa y mudo al auditorio con su gran voz de relatador de historias tremendas, preguntadoras y luminosas.

Y dice Mestre: «Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves».

No le faltaba nada al poema, pero se ganó la música que lo engrandece. El responsable: Amancio Prada, que unió la voz del poeta a la suya, a su guitarra y su zanfona, más violonchelos, acordeón o mandolinas, y grabó esta última joya en el Museo de Instrumentos en Urueña, donde Luis Delgado. El resultado: un primoroso disco-libro con ilustraciones del propio Mestre como grabador surreal, obra que invita al «aparte» aconsejado en estas ruidosas fechas; invítelo el lector a su mesa navideña, siéntelo ahí y que hable antes que cualquier cuñado, que no se verá en otra más que callar. Esa música de Amancio se hace nana imprescindible para que los sueños vuelvan a poblar la noche oscura del alma.

Y de igual pomada va el nuevo libro de poemas de Isidoro Álvarez Sacristán que llega, como cada año, a sosegar estas fiestas... o agitarlas con la memoria; de ello va «El alma de los huesos», del útero a la vejez y... ¡aquellos años, aquella guerra!: «Digo yo que se nace sabiendo, ya sean mentiras de los trasfondos de la iniquidad. Y allá, en el rebujo de las manitas, se dejan bendecir, con un martillo, las aureolas de la oratoria entre la baba y el chupete».

P/D Cavalo Morto no existe, pero en Coruña hay un Boi Morto, buey que si no se condenara a volver al yugo, solo Amancio y Mestre sabrían resucitar.

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