Diario de León

CORNADA DE LOBO

Diario palomero 8

Publicado por
GARCÍA TRAPIELLO
León

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Nunca entretendrá tanto la tele como un nido de torcaces en tu balcón sobre un tiesto estrecho en el que, cuando crezcan más, quizá no quepan juntos pichones y mamá dando papilla. Lógico es temer que alguno pueda caer al vacío batiendo alas inútilmente. Cruzamos los dedos.

18 de julio: Broma al canto, les ponemos el «Cara al Sol» por ser triste aniversario y los pichones, hasta ahora apáticos aun estando solos, reburdian inquietos y erizan el plumón barruntando peligro, ¡atenta la compañía! Detenemos la cantinela y ponemos el Canon de Pachelbel. Se serenan y aquietan.

19 de julio: ¿Qué sueña un pichón o atribula su dormir? En sus siestas panzorras les viene estertor, se agitan o baten frenéticos sus alitas; ¿es que sueñan volar sin haberlo hecho nunca? Los papás, tranquilos. Solo se mosquean si ven alguna rapaz en el cielo del Casco Viejo (este nido está en el corazón de la ciudad; si hay que ser urbanas, «del centro»; señoritas son). A la caída del sol, gran susto: la paloma de guardia reclama relevo reiteradamente y, al final, se larga (nos es imposible distinguir al macho de la hembra). Ya está oscuro y ni papá ni mamá regresan. ¿Se olvidaron, se perdieron? Los pichones pasan solos la noche. Aún les quedan veinte días de crianza.

20 de julio: Menos mal, vuelve al clarear la paloma con el desayuno. Abandonar el nido a la noche está en el guión. ¿Les tranquilizará ver encendida la luz de mi estudio lo mismo que una lamparita a los guajinos miedosos?... Les canto esa nana asturiana que tanto conmueve: «Duérmeté, fiu del alma, que velo’l to sueñu, palombina de blancu que nun tien aleru. Agora non, mío neñu, agora non». Lo pongo peor, se desvelan y alertan, ni pestañean por si acaso. Pruebo a la contra e imito el zureo de la especie, cinco notas: gu-gu-gúúú-gu-gú... y miran desconcertados, aterrados, como si oyeran a un pariente indeseado. Esta noche vuelven a dormir solos. Así pasan la mayor parte del día; los padres traen la merienda y piran. Los guajes, que ya cagan como brigadas artilleros, emplumaron y ya no parecen ornitorrincos.

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