Diario de León

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¡AY, madre del amor forroñoso!, dijo Joserra, esto era de temer: el azul es el otro color que hoy mola un güevo y priva una enormidad a decoratas, diseñatas, sociatas o pepetes, a cuñatas y anunciatas, a todos. Funciona. Funcionó siempre. El cielo es azul y, por si fuera poco, el mar también, ¿más argumentos?... El azul es la esperanza de un buen día despejado, gélido o cálido (el azul-falange, por ejemplo, no es ese azul, sino mahón-tinieblas bajo correaje patibulario). Pero en política no todos pueden o deben ver las cosas con el mismo filtro. Ese mismo mar y ese mismo cielo llega el día con su tarde en que son rojos rojísimos porque el sol quiere decir que el rojo es bello, también radiante en sus tonos y en esa pasión del fuego, que es el tercer elemento que compone la vida. Y es el color de la sangre, que es el alma de nuestros ojos y nuestra palabra, ¿qué más?... Así las cosas, cada cual pintó su bandera del color del cristal con que miraba al mar: estos de azul, aquellos de rojo y los de allí de blanco, quizá porque estaban en blanco viendo lo perra que es esta vida cuando se nubla de nieblas y la perpetua guerra de dos trincheras de la que sólo se sale con pañuelo blanco en un palo y un tiro en el culo por no tomar partido, por esquirol del clan. Después vinieron los partidos y también pintaron su bandera. Se repartieron los colores. Prueba de ello es que jamás verás un partido conservador con algo rojo en su trapo (menos los republicanos americanos que van a su puta bola y de chulos). Todo este razonado rollo precedente lo precipitó un telediario de hace tres días que confirma esta teoría del azul, azul a maza. La careta de esas noticias es azul; su musiquilla, también; después vino un sumario de imágenes: sede el Psoe, sede del Pp, algo de maremoto y, al cabo, Ibarretxe en la lehendekaritza. En todas esas escenas dominaba el azul o comparecía llamativamente. Fue un atragantón de azul seguido, créeme; por eso te largo esta turra, dijo Joserra, pero aún queda lo mejor, la tesis final de esta teoría: Muerto Dios y muerto Marx, la guerra de clases se nos ha quedado en una guerra de colores. Sanseacabó. Las imágenes que te digo lo confirman. Pero te dejo, tío, que he quedao, mañana te la largo si vienes aquí mismo, hala, taluego (Joserra es así de sierra y un perfecto borde, pero no es mal tipo).

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