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Madrid y León entre garbanzos

La Casa de León reconoce la labor de los leoneses más brillantes y lo celebra en el hotel Wellington en torno al invencible cocido maragato.

Foto de familia tras la entrega de los premios anuales celebrada en los salones del hotel Wellington, en Madrid.

Foto de familia tras la entrega de los premios anuales celebrada en los salones del hotel Wellington, en Madrid.

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pacho rodríguez | madrid
León

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La Cepeda, para Rogelio Blanco, es el principio. De su vida y de sus orígenes. Y siempre que habla, algo de su tierra pequeña sale. Por eso, al hablar de León, cuna del parlamentarismo, la cuestión se extiende más allá del ámbito local y circunstancial.

Los Decreta de León eran también una ambición política que sobrepasaba la estructura social, superando, en palabras de Blanco, a la tradición anglosajona tan importante en el parlamentarismo como teoría política.

Tal vez, aunque sea mucho resumen, el exdirector general del Libro en tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero, sacó, del centro a la necesaria periferia, aquel sueño de representación que nació en León y que ahora se reivindica. Porque, ya en aquellas «mis cincuenta y tantas aldeas de La Cepeda se creaban sistemas de representación», las juntas vecinales son, por utilizar entidades a reivindicar como ejemplo, las que sirven para ilustrar que ayer en Madrid había vecinos leoneses alrededor de un cocido maragato para soñar León en el Wellington.

Pero el homenaje no se quedaba en Rogelio Blanco, sino en otros cuantos premiados, como, por ejemplo, el ya pasado premio Príncipe de Asturias, Amable Liñán.

Más enjundia sentimental tuvo, también, el homenaje póstumo para alguien que podía haberlo recibido en vida, como es el caso del recientemente fallecido Jaime Quindós, un tan presente como discreto mecenas, dinamizador y catalizador de la cultura y la empresa leonesa. Que coincide con la circunstancia además de que otro importante impulsor de León y provincia como fue Joaquín López Contreras, íntimo de Quindós, desapareció la semana pasada.

Y había que recordarlo, como lo hacía Manuel Núñez Pérez, sobre ambos, con cariño y esa leonesidad, como palabra imposible, para definir al buen leonés de paso tranquilo. Núñez es experto en eso de la bonhomía y un buen relevo para hablar de esta tierra noroeste. Pero en torno a un plato tan intenso como puede ser un cocido en Madrid, se pudo ver a Úrsula Rodríguez, que sin ser leonesa es de la mejores embajadoras de esta tierra, o a Ángel García Colin; Carlos Martínez, otro ex Zapatero, que dirigió el CSIC; a José Eladio Seco, Carlos González, José María Merino, Fernando Suárez, Laura Garrido, José Carralero, Luis Rodríguez, Julio Aguilar, José de la Sierra, Jaime, Sira, José Quindós, La Nueva Crónica ... O a todo un expresidente de Andalucía, como lo fue el primero, Ángel Escuredo.

Mucha gente para, como siempre, no poder con el invencible cocido maragato. Una obra de arte, como las muchas que inventó Jaime Quindós, cuando en los años ochenta nos descubría a los leoneses que había en Donostia un tal Chillida. Eran sueños que ahora se premian.

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