Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Merece su respeto y su veracidad la valentía de los exseminaristas bañezanos y zamoranos que a cara descubierta, bajo lluvia, con pancarta y compostura, pidieron ante el obispado de Astorga investigación y pena para los curas que abusaron de ellos siendo niños... y para quienes les encubrieron. Les fue daño. En más de un caso, irreparable.

Aunque algún clérigo relativiza y se felicita de que en esta diócesis exista tan solo un sacerdote denunciado por abusos (y en la idea también de que se están abriendo esas cunetas por revanchismo anticlerical y con falacias o exageraciones que aún crecerán más con ese rojerío que pita en España), las víctimas dicen ser punta de iceberg y así lo asumen otras voces eclesiásticas que hablan ya de «plaga» y no tanto de casos aislados (la iglesia australiana lleva pagados más de 200 millones en indemnizaciones y la norteamericana el doble, algo que en el fondo se teme y duele más que el deshonor, el descrédito y la vergüenza, vergonha que dice el papa Francisco).

Peláez insiste en su perplejidad: ¿no deberían aflorar muchos más casos en España, tenida cuenta que medio país pasó por centros religiosos?, ¿por qué aquí no se ven las cifras de otros países de la órbita católica?...

Sin embargo, los que estudiamos en esos centros citamos siempre algún caso que se contaba o conocimos y también sale siempre el típico cura sobón cuya fama vuela por patios y temores.

Pero muchos no lo supieron hasta tiempo después al casar hechos o gestos que entonces su inocencia de niño no podía traducir, si es que no celebraron aquellas caricias del profesor como el premio o la predilección que les izaba al rango de enchufado... ¿les permitiría su sentimiento de vergüenza o culpa confesarlo?... ¿cómo contar los casos sin especial acoso o abuso (los hay, claro) en los que la víctima acababa consintiendo inocente, confiada o hasta complacidamente?... y hay niños que provocan, dijo un cura acusado.

Peláez resumió: o se desentierran los casos y silencios mal enterrados en las santas cunetas dándoles cristiana sepultura... o acaban resucitando.

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