El último petardo de Santa Bárbara

La huida de Vestas nos ha permitido ver el otro lado del escenario, ese que tratan de ocultarnos con palabras huecas y ruido, con trucos de tramoyista y discurso de charlatán. Ya sabíamos como es esto de hacer comunidad, ya conocíamos el procedimiento con el que se truca la ruleta, la estrategia para que el viento sople del lado de las mismas coordenadas, pero su ansia por ocupar el papel central en esta comedia ha dejado las costuras de su disfraz a la vista de todos. Incluso el tiempo se cansa de esperar. Nos venden 300 puestos de trabajo ¿en qué condiciones? a cambio de nuestro voto en unas elecciones que pueden salirles rana. Estos cuatro meses de ‘negociaciones’ no han sido más que un fuego de artificio para que no viéramos que al otro lado de la pantalla se celebra un Santa Bárbara sin mineros. Un mundo ha muerto en silencio porque así lo decidieron cuantos vendieron nuestras vidas a cambio de 30 monedas de plata. ¿De verdad 20.000 empleos perdidos valen algo a cambio de apenas 300? Esta semana, un lúcido Juan López-Contreras destripaba la realidad de la provincia en una frase: «El cambio de modelo de la propiedad viene determinado sobre todo en la provincia por una situación en la que la amplia base está formada por salarios muy precarios».  Traducción: Los pobres no accederán a la vivienda. Traducción para León: Un tercio de pensionistas más otro tanto de parados y una base laboral que vive en la precariedad da como resultado una ciudad roída por la desesperación y la pobreza. Su imagen serán los locales vacíos y las casas carcomidas por el escombro. Llega tarde Silvia Clemente cuando reconoce que a León se le debe un plan de desarrollo industrial y económico propio. Nos deben dinero, mucho dinero, todo el que nos quitaron para que la España de las autonomías funcionara como contrapeso a esas nacionalidades que acabarán con ellas. Esto no se arregla con una triste firma en una sala de cartón piedra.