Diario de León

DIARIO DE LEÓN concluye su viaje a la frontera de los corazones rotos

Los enviados especiales de este periódico a la frontera entre Ucrania y Eslovaquia regresan con el alma encogida y la convicción de que la guerra con Rusia tendrá consecuencias planetarias irreversibles 

Dos niños refugiados hacen pompas de jabón en el campo de refugiados. POLÍCIA SLOVENSKEJ REPUBLIKY

Dos niños refugiados hacen pompas de jabón en el campo de refugiados. POLÍCIA SLOVENSKEJ REPUBLIKY

León

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La expedición de Diario de León a la frontera de Ucrania y Eslovaquia ha finalizado hoy una vez que la ayuda humanitaria que partía el pasado domingo de León ha traspasado ya la raya que divide un país en guerra de Europa. El convoy tiene aún como destino la ciudad de Kiev , donde la invasión de las tropas rusas ha dejado una ciudad destrozada y una población desprotegida pero hambrienta de lucha por la supervivencia.

Las visitas a los campos de refugiados y a los pasos fronterizos donde llegan pequeños y mayores exhaustos, el gesto vacío de los más viejos, la intranquilidad de los niños cuando pasa un avión o la soledad marcada a fuego en la mirada de tantos y tantos desplazados es desolador. La expedición vuelve, pero no del todo. Medio corazón se queda con todos ellos. Aunque la ola de solidaridad es tan grande en los países fronterizos que duele un poco menos. Especialmente importante es la labor de voluntarios y policías. De hecho, un seguimiento al trabajo diario que está haciendo la policía eslovaca ofrece imágenes tan tiernas como descorazonadoras. 

Han sido jornadas excepcionalmente duras. Las trece personas que han formado parte de esta inusual expedición que ha llevado 72 toneladas de ayuda de primera necesidad -además de los dos enviados especiales de Diario de León y los tres de La 8 León, coordinadora de esta acción humanitaria, viajan camioneros y un directivo de Transleyca- vuelven con el alma encogida y la convicción de que esta guerra tendrá consecuencias planetarias irreversibles.

La despedida es casi tan dura como la llegada. A menos de 3.000 kilómetros de casa, que vienen siendo más de 40 horas ininterrumpidas de conducción en coche, dejamos un país levantado en armas pero agonizante. “Vencidos, vencimos”.

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