Diario de León

Exposiciones

Abstracción lírica de Ramón Isidoro

El artista coyantino expone ‘Pinturas vagarosas’ en Ármaga

Ramón Isidoro, pintor. F. Otero Perandones.

Ramón Isidoro, pintor. F. Otero Perandones.

León

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En Valencia de Don Juan puede jugar en casa con los muchos asturianos que por allí pasan. Y en Luanco, y en toda Asturias, su lugar de residencia, forma también parte del paisaje cultural con tanta implicación que en su día fue la pieza clave externa del aún influyente grupo gijonés Manta Ray. En esa ruta inversa, Ramón Isidoro ha desarrollado su labor artística más allá de Pajares, y no prodigándose mucho por aquí. Pero actualmente expone en la Galería Ármaga Pinturas vagarosas .

Instalado en la abstracción, las formas geométricas y diferentes materiales componen collages en los que el espectador participa reflejado en espejos. Junto al ejemplo de un gran formato, cualquiera de las otras obras lo podría ser, aunque el valor individual de cada una de ellas está más que logrado. E incluso, en la observación en la propia galería leonesa se aprecia la conexión en su conjunto. «Mi mundo es la abstracción lírica», dice y matiza la adjetivación, mientras al instante lo que aparece es un artista de múltiples vertientes. Puede decirse que lo que hacía en los 80 y 90 era más multimedia de lo que se podría pensar. Escenografías e iluminación diseñada ad hoc para los conciertos de los entonces Nacho Ávarez, Nacho Vegas y compañía. Que, por cierto, en el caso de Isidoro todo proviene de una conexión musical que le acompaña desde pequeño.

Más escenografías. Para el Festival de Cine, para Sevilla... Se intuye en Isidoro que además de artista es el que ve antes cómo se ha de ver el arte o lo artístico. «Vivo más del diseño expositivo, preparar montajes, que de vender obra, que siempre ha sido algo complicado», explica. Y hay en todo ello la voluntad decidida de aportar lo que para él es romper rutinas para introducir otra creatividad. Con Manta Ray, sin denominarlo así, realmente llegaba a auténticas performance. Y aquí en Ármaga esa parte de su arte, que más que diverso es inmenso, se concreta y da la sensación de que a Ramón Isidoro la creatividad se le multiplica. Y da paso a esa relación con la música o, como ocurre, homenajea a José Ángel Valente.

Pero si se indaga en esa complejidad artística en la que empapa su creatividad, luego resulta que también juega a lo aparentemente simple o entendible como lenguaje. Ahí están esos cuadros que se pueden disfrutar en Ármaga. O una canción que seleccione, porque tiene un intenso pasado de pinchadiscos. Aquel joven al que se ve hace ya unas tres décadas poniendo canciones en El Arlequín de Valencia de don Juan, es Ramón Isidoro, el artista que luego en Asturias se codeó con la aristocracia rock de Cimadevilla cuando parecía que en Gijón el Xixon Sound iba a ser más que una canción.

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