Diario de León

OBITUARIO

Adiós al escultor de los niños

Fallece el astorgano Marino Amaya, autor de la virgen de la plaza de la Inmaculada y de numerosas estatuas en ciudades, museos y en la colección Rockefeller.

Marino Amaya y arriba su estatua de la Inmaculada.

Marino Amaya y arriba su estatua de la Inmaculada.

León

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Algún crítico le bautizó como ‘el escultor de los niños’, a los que dedicó buena parte de su obra y de su talento. El astorgano Marino Amaya, afincado en Málaga, ha fallecido a los 86 años. En León deja una de las estatuas más emblemáticas de la ciudad, la Inmaculada que da nombre a la plaza; una escultura colocada en los años cincuenta sobre un altísimo pedestal diseñado por el arquitecto Ramón Cañas. Fue un encargo del obispo Almarcha. Una talla que encaja a la perfección con el gusto por lo monumental y religioso del régimen franquista. Del mismo estilo es su estatua de Isabel la Católica, colocada en 1965 en el parque del mismo nombre en Gijón. Amaya con apenas quince años recibe su primer encargo como escultor: una estatua de Santiago Apóstol esculpida en piedra blanca. Gracias a una beca de la Diputación de Salamanca, el joven artista viaja a Madrid para perfeccionar sus estudios de escultor. Después, emprenderá un largo viaje por Francia, Italia, Austria, Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia, Alemania y Grecia, que le permitirá conocer los movimientos artísticos que agitan a una Europa recién salida de la II Guerra Mundial.

En 1950 obtiene la medalla de plata en la Exposición Nacional y este premio facilita que Almarcha le confíe el monumento de la Inmaculada Concepción. En 1974, Astorga le hace hijo predilecto y le dedica una calle. Es difícil seguir la pista a todas las obras con las que el artista leonés se adentrará en el paisaje urbano de ciudades como Elche, Andújar, Cáceres, Málaga, Ciudad Real, Salamanca, Marbella, Soria, Madrid, Pamplona o Almería.

Lejos de agonizar con un régimen que tiene los días contados, Amaya va reconvirtiendo su estilo, que deja de ser academicista para hacerse más esquemático y personal.

En 1981 expone sus obras en Nueva York en Zoma Gallery, donde adquiere quince de sus obras la Fundación Rockefeller.

En 1985 Juan Pablo II le concede una entrevista para conocer su obra El Derecho a la Vida, que hoy forma parte de la colección de arte del Vaticano.

La enorme escultura Homenaje a los Donantes de Sangre, en el parque de La Chantría, de finales de los noventa y obra también del Amaya, permite contrastar la evolución del artista maragato. Se trata en este caso de dos figuras de bronce sobre un soporte de piedra en forma de cruz, una escultura en la que el tratamiento de las formas curvas y el movimiento pendular es lo más destacado de un conjunto que no guarda ningún parecido con la virgen que esculpió cuarenta años atrás.

Entre sus obras más singulares destaca el Monumento a la conquista de la Luna, en Málaga; el Monumento a Walt Disney, en Prado del Rey; el Monumento al F4 Phantom, en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz, realizado con la colaboración de su hijo Salvador, también artista; la estatua del Rey, en Marbella; o el Monumento a la Constitución Española, en Soria. En su Astorga Natal Amaya dejó la estatua de Leopoldo Panero y la de la Inmaculada Concepción.

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