Diario de León

Entrevista

Andreu Buenafuente: "Soy hipocondriaco y tengo tramos de terror"

-"Mi casa ahora mismo es el laboratorio de la no conciliación, estamos desquiciados pero con buen rollo"

Silvia Abril y Buenafuente. J.M. VIDAL.

Silvia Abril y Buenafuente. J.M. VIDAL.

Publicado por
Arantza Furundarena
León

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Ha nacido en domingo. Será vago", sentenció su padre el día que Andreu Buenafuente llegó a este mundo. De eso hace ya 55 años y, desde los 17, no ha parado de currar. Ahora presenta en su casa un 'Late Motiv' adaptado al confinamiento, a la vez que intenta conciliar, "algo imposible", y lanza su nuevo libro, un diario que descubre los secretos de su programa en #0 y se titula 'Reír es la única salida'.

-¿Reír nos ayudará a salir de esta crisis?

-Me gustaría pensarlo, pero en este caso lo que hace falta es conciencia social y sanidad pública.

-¿No hay mucho cenizo suelto?

-Sí. Pero es que esto nos ha puesto como sociedad al límite, en una olla a presión. Y eso a lo mejor justifica algunas reacciones catastrofistas y negacionistas. La condición humana es la de ser libres y anárquicos y ahora estamos confinados, que es la antítesis.

-Vamos, que entiende a los del barrio de Salamanca.

-Bueno, eso de entender... Hay que recordarles que nos confinan por una causa mayor y un bien común. A mí lo que ahora me fascina bastante es que tu posición personal, que puede ser comprensible, vaya contra el bien común.

-¿Le ha fallado el sentido del humor estos días?

-Pues sí, como a todos. Pero a mí me toca hacerme autoterapia. Me digo: "Bueno, ahora estás mal, nervioso, atemorizado, pero te vas a poner delante de una webcam y vamos a hacer un programa de entretenimiento". Ha sido duro, sobre todo las dos primeras semanas. Entonces sembrar el humor era muy complicado. Pero se intentó. Y me siento orgulloso.

-¿Qué diario escribiría ahora de su 'Late Motiv en casa'?

-Uf, madre mía... Me operaron por un problema en la columna, estuve de baja un mes y luego llegó la pandemia. Ha sido como subir una montaña. Creo que el título sería 'Diario de un escalador'.

-¿Ha sentido miedo?

-Soy medio hipocondriaco, pero esta amenaza, que es muy nueva y muy fuerte, me ha devuelto a la casilla de salida del hipocondriaco. Es algo tan invisible, tan omnipresente, que en muchos momentos he pensado que me puede costar la vida. He tenido y tengo todavía tramos de terror.

-¿Ha llorado?

-Soy de llorar para dentro y de emocionarme más que de llorar, pero sí, los primeros días en los aplausos de las ocho solté algunas lágrimas.

-Con Andreu Buenafuente y Silvia Abril confinados, esa casa debe de ser una verbena.

-Je, je... No, no. Es un laboratorio donde hemos demostrado que la conciliación no existe. Con una niña de siete años, con las escuelas desquiciadas, esta es la crónica de una decepción. Trabajamos más en casa, tenemos que estar con la niña... Hay muchas familias desquiciadas y nosotros somos una de ellas.

-Pero sin llegar a plantearse el divorcio...

-¡No, no! Hay mucha fuerza interior para superar estas jornadas maratonianas de 15 horas de trabajo y familia. Hay muy buen ambiente y eso es como la vaselina. Estamos desquiciados pero haciendo por el buen rollo.

-Me dijo Silvia Abril que usted callado gana mucho.

-¡Ostras! Eso no sé cómo tomármelo. Yo reivindico el silencio y la calma. Esto en una casa con niña es una utopía, pero soy muy partidario del silencio, aunque no lo parezca, quizás para contrarrestar esa faceta pública en la que estoy todo el rato hablando. Es un bálsamo perfecto.

-Ha comparado a Illa con Rajoy y a Simón con Llongueras... ¿Aquí nadie sabe nada?

-Como muchos ciudadanos, estoy decepcionado. No se ha conseguido esa unidad ciudadana, social y también política para salir del atolladero. Pero la política ya la valoraré cuando todo esto acabe. He decidido ser un ciudadano responsable que cree que sus mandatarios miran por el bien común.

-¿Qué más ha aprendido estos días?

-He descubierto que efectivamente soy un optimista. Creo que tarde o temprano volveremos a algo parecido a nuestra vida normal. Es que me niego a vivir en la amargura.

-¿Puede ser que tenga más canas?

-Puede ser. Como nunca me doy tinte... Pocas tengo para lo que he pasado.

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