Apaguen motores, empieza la película

Una película, palomitas y asientos reclinables. La primera empresa de autocine itinerante de España, la vallisoletana Autocine Castilla, acaba de enviar a decenas de alcaldes leoneses una de las pocas ofertas culturales factibles para los próximos meses. Vuelve el drive-in cinema genuinamente americano, que floreció en los años cuarenta, cuando más de 4.000 salas al aire libre poblaron el país, de las que apenas sobreviven 300.

La compañía vallisoletana dispone de una gran pantalla de 120 metros cuadrados, una cabina de proyección, un puesto de comida y únicamente requiere un área de estacionamiento grande para 120 o 150 automóviles, que disponga de toma de corriente. En ciudades como León se precisaría una explanada de 4.000 metros cuadrados; en los pueblos, bastante menos.

Apenas han pasado 48 horas desde que la empresa que gestiona Alberto González empezó a contactar con los ayuntamientos de la Comunidad, pero ya hay alcaldes de varias provincias que han mostrado su interés; ninguno de León.

El plan es pasar un mínimo de cuatro días en cada localidad y ofrecer una proyección por la tarde y otra en ‘sesión golfa’. Si la cosa funciona, Autocine Castilla se plantea incluso poner en funcionamiento una segunda pantalla de idénticas dimensiones. En principio, el autocine iniciará su ruta entre la segunda semana de junio —siempre que Castilla y León entre en la fase 1 del desconfinamiento— y mediados de septiembre.

Cine dentro del cine

La empresa dispone de miles de títulos, desde películas estrenadas hace solo unos meses a clásicos como Grease —un título imprescindible en los cines al aire libre, porque los protagonistas, John Travolta y Olivia Newton-John también asisten a un autocine para ver Hollywood or Bust (traducida en España como Loco por Anita, porque trabajaba Anita Ekberg, además de Jerry Lewis y Dean Martin)—.

Cada municipio puede elegir ‘a la carta’. Pero, sobre todo, los promotores se inclinan por cine dirigido a un público familiar y mucha comedia. «Lo importante es que la gente viva una experiencia que va a ser única», afirma Alberto González. Además, tienen lo que denominan ‘comediauto’, espectáculos de humor en directo, con conocidos monologuistas como J. J. Vaquero —colaborador y guionista de El Hormiguero—.

La entrada cuesta diez euros por coche, con un máximo de cinco ocupantes, y hay un Food Truck que suministrará en bolsa cerrada palomitas y bebidas, sin establecer ningún contacto con los clientes. Todos los pagos se efectúan por tarjeta o a través de aplicaciones como Bizum. El sonido de la película se emite a través de un dial de FM.

Al aire libre

El cine al aire libre no es nuevo en León. Todos los veranos decenas de localidades y museos como el Musac, el de la Siderurgia de Sabero o la Fundación Cerezales convierten patios y plazas en salas de cine. Durante algunos años el cine al aire libre formó parte de la programación de las fiestas de San Juan y San Pedro. También festivales como el Rodinia o Cortópolis proyectaban ciclos en la calle. Incluso, el Festival de Cine Reino de León llevó algún estreno al jardín de San Francisco.

Los veranos del Musac están irremediablemente asociados a los conciertos y cine en el patio del museo. El director de este centro de arte contemporáneo, Manuel Olveira, ignora aún si este año será viable.

Valverde de la Virgen tuvo un autocine que abrió sus puertas en 1995 con el anuncio: «No importa el tiempo que haga... es otra manera de ver cine». La entrada costaba 700 pesetas por auto (unos 4,20 euros). El recinto, que disponía de bar-cafetería, estrenaba una película cada semana, que se proyectaba en dos sesiones, a las 10.45 y a la una de la madrugada.

El más veterano

La primera sala del séptimo arte que reabre en España será hoy el autocine de Denia, donde la risa de los Minions y el rugido de los dinosaurios de Parque Jurásico reinician la nueva temporada en una sesión doble con precios reducidos y un aforo del 30 por ciento.

Este autocine alicantino es el más antiguo del país, según ha relatado a Efe su propietario, Carlos Miralles, quien lo abrió el 9 de junio de 1979 junto a su mujer, Dolores, y en estos 41 años de vida no había cerrado nunca hasta el estado de alarma decretado por el coronavirus.