Diario de León

Ilustración

«Desde el ayer, Galdós dice cómo somos hoy»

El dibujante e ilustrador Toño Benavides presenta una de sus grandes obras con su participación en ‘Fortunata y Jacinta’ (Reino de Cordelia), en el año que se conmemora el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós. Junto a su trabajo gráfico, el leonés desarrolla una labor constante en torno a la poesía. Reside en Madrid pero no olvida el León de los años 80.

León

Creado:

Actualizado:

Todo un Fortunata y Jacinta , un monumental Benito Pérez Galdós, le cae a Toño Benavides (León, 1961) y no solo sale ileso sino que podría decirse que enriquecido. Así como el libro, con cuyas ilustraciones resulta aún más suculento. Demuestra Benavides que su pulso de ilustrador está más que en forma y aporta a una de las creaciones más inspiradas del escritor canario una vuelta de tuerca que a priori parecería imposible de abordar. Este es su nuevo trabajo, realizado para Reino de Cordelia, pero supone la constatación de que a la obra integral de Benavides, que comenzara en León en los movidos años 80, le queda cuerda para rato.

A todo añade el dibujante un carácter de pensador, poeta y hasta opinador. Y eso suma: «Un texto de Pérez Galdós siempre supone un aliciente y al mismo tiempo un compromiso enorme porque es un autor muy exigente. Su manejo de los recursos del lenguaje al servicio de la descripción y de la narración (quizá por su condición de periodista) es tan eficaz que una parte ilustrada podría llegar a verse como innecesaria o redundante. Por otra parte, siempre es posible hacer una interpretación visual digna y respetuosa de cualquier obra; si exceptuamos el Corán, claro», asegura.

Y ya metido en harina, comienza la clarividencia que habría que incorporar a esta lectura: «En todo momento, Galdós nos está diciendo desde el ayer quienes somos hoy, y leerlo se hace más necesario que nunca ahora que hay tanto botarate exaltado», afirma, para completar su opinión con rotundidad: « Fortunata y Jacinta es, probablemente, la obra de Galdós que mejor se conoce. No sólo porque el público ha visto ya dos adaptaciones para televisión, sino porque contiene uno de los dramas más reveladores sobre el carácter que conforma nuestra identidad como españoles. Eso que algunos no ven más que en los cuadros históricos de los museos y que en Galdós está antes en la conducta de sus personajes y en el drama que tiene lugar a pie de calle, que en la historia con mayúsculas de los grandes acontecimientos que menciona», narra. Y esclarece: «Hay que tener en cuenta que Galdós pinta aquí, como telón de fondo, uno de los periodos más convulsos de la historia reciente: En un lapso de ocho años tiene lugar el triunfo de una revolución que acaba con el reinado de Isabel II y que después de esos ocho años supone la restauración borbónica en la figura de Alfonso XII», relata, y ya uno se siente ante una renovada y necesaria lección de historia.

Ahí es cuando el maestro Benavides aprovecha para soltar un puyazo: «En este breve espacio está condensada y codificada buena parte de la deriva política posterior del país y, desde luego, eso de una república derrocada por un golpe militar que desemboca en la restauración de la monarquía con un Borbón, por fuerza nos tiene que sonar repetido», dice.

Todo ello, aparte de pasiones históricas, tuvo que suponer un reto para un ilustrador que suele trabajar sus temas desde la profundidad temática para luego apostar por su propia creación. «Para mí, supuso un problema de partida porque me apetecía un proyecto con posibilidades de hacer una interpretación más especulativa o abstracta; pero Galdós es un autor realista, tan preciso y exhaustivo en el tratamiento de escenarios y personajes que no le hubiera hecho justicia. Así que opté por una línea narrativa más discreta para mencionar ciertos momentos relevantes del drama y otra para tratar el carácter de los personajes. Una especie de retrato centrado más en la parte psicológica que en la parte física de los personajes. A eso hay que sumarle mi estilo de dibujo, que le ha dado al libro un inevitable tono expresionista, como no podía ser de otra manera», comenta acerca del proceso de realización de las ilustraciones.

Otro asunto sería el qué aportar en cuanto a lo creativo, tanto para cumplir su función en el conjunto como para dejar esa impronta que Benavides sitúa en el expresionismo. A este respecto, el autor leonés cree que la concepción ha de ser como un aporte visual de fondo que trascienda lo meramente decorativo, pero sin ahondar demasiado en la narración de momentos concretos, porque considera que, de todos modos, el autor ha hecho ya todo lo bien que se podía hacer.

«A veces, la labor del ilustrador consiste en hacerse eco de la metahistoria. Esa parte de la narración que está esbozada en las conversaciones de los personajes como en un tercer plano y que, sin embargo, es esencial traerlo al primero a través de una ilustración para captar el espíritu de lo que ocurre en ese momento. La ilustración donde aparece un grupo de hombres con la bandera republicana es un ejemplo de ello. En general, es un libro con una infinidad de momentos de gran impacto visual y a mí me queda la sensación de que está todo por hacer pese a haber realizado más de cincuenta ilustraciones», asegura.

Tras esta experiencia, Toño Benavides prosigue su día a día. Una agenda de trabajo, como ilustrador, que consiste en atender los encargos inmediatos y las colaboraciones periódicas en prensa y, a largo plazo, involucrarse en algún proyecto editorial de más empaque.

Pero no puede olvidarse su vertiente poética, que demuestra darle buenas satisfacciones y ya no es una tarea sorprendente. «En cuanto a la poesía, es una inclinación que proviene de un defecto genético que tengo: el de ver las cosas de cierta manera, una especie de percepción alterada. Escribo porque no puedo evitarlo. Tengo dos nuevos poemarios terminados que, probablemente, publique a lo largo de este año. Uno de ellos sigue la pauta de Gran Sur , mi último libro publicado. Abunda en los mismos temas y escenarios y casi podría decirse que se trata de una continuación natural».

En definitiva, la incesante actividad de un creador que no parece conocer nada más que la línea ascendente y la inspiración. Esa que dio sus primeros pasos en León, su ciudad, un lugar al que vuelve de vez en cuando pero con el que mantiene un contacto completo. «Vivo en Madrid desde finales del 89. Recuerdo una ciudad de calles vivas llenas de gente heterogénea y acelerada. No puedo evitar fijarme en las diferencias entre los lugares que recuerdo y los que encuentro y de pronto me veo explicándole a mi pareja: «Mira, aquí estaba el Toisón, el de la canción de Los Cardiacos. Allí había un sitio que se llamaba Garabatos...», y así recuerda el León que ya no existe y que tanto vibró en los 80 y primeros años 90.

tracking