Diario de León

CULTURA ■ LA ENTREVISTA

«Bailar es un gran acto de egoísmo y narcisismo»

IGOR YEBRA | BAILARÍN Y COREÓGRAFO

Imagen de archivo del polifacético bailarín, coreógrafo, maestro y actor Igor Yebra. ESTEBAN COBO

Imagen de archivo del polifacético bailarín, coreógrafo, maestro y actor Igor Yebra. ESTEBAN COBO

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VERÓNICa VIÑAS | LEÓN

Bailarín, coreógrafo y también maestro y actor. El vasco Igor Yebra, uno de los grandes nombres del ballet de todos los tiempos, recibe el sábado un homenaje en León. El Museo Liceo Egipcio le dedica una exposición. El bailarín impartirá una conferencia y una ‘masterclass’. Yebra, con vínculos familiares en León, lucha por conseguir que la danza ocupe el lugar que se merece, ya que en su opinión es «un compendio de todas las artes». Él ha actuado en los grandes templos de la danza y con las mejores compañías, aunque siempre ha sido un espíritu libre.

–¿De qué hablará en la conferencia que impartirá el sábado en León?

—De mi carrera en el mundo de la danza y de lo que representa la danza en nuestro país. La danza necesita un cambio social. Es la gran desconocida de las artes.

—¿Qué pinta un bailarín como usted en un Museo Egipcio?

—Es la pregunta que me hice yo y que les hice a ellos. Es de agradecer que me llamen para hacerme un reconocimiento. Son personas que aman el arte y la cultura. La danza es un compendio de todas las artes. Siempre he sido un apasionado de la historia, sobre todo de la egipcia y la griega. León tiene que estar orgulloso de tener un museo así, que tiene estas iniciativas.

—También va a impartir una ‘masterclass’ en León. ¿Realmente se aprende algo en tan poco tiempo?

—No es tanto para aprender como para escuchar y coger conceptos e ideas. Estará abierta a mucha gente. Voy a explicar lo que tiene que pasar un bailarín antes de llegar al escenario.

—¿Se considera un ‘freelance’ del ballet?

—Durante muchos años, en realidad la mayor parte de mi carrera, he sido un freelance, aunque con algunas compañías he sido un freelance estable. Es lo que me ha hecho tener una visión más amplia. Pero no es fácil.

—¿Cuál es el precio que hay que pagar al ir por libre?

—Hablar de precio suena fuerte. Hay pros y contras. Entre los contras está la soledad. En una compañía estás en un entorno protegido. También es más fácil esconderse. Cuando uno va de freelance te exigen más. Y si te ocurre algo, como una lesión, estás completamente solo. Hay que tener una pasta especial para llevar así la carrera. No digo que sea mejor ni peor, pero tienes que levantarte solo ante las adversidades.

—¿Conoce León?

—Bailé en León cuando empecé hace muchos años y no he vuelto. Tengo un buen recuerdo. Parte de mi familia paterna es de esas tierras.

—¿En qué lugar le gustaría bailar que no lo haya hecho aún?

—Nunca he pensado así. He bailado en lugares increíbles. A veces pensamos que un gran teatro es lo mejor. Sin embargo, me emocionó bailar en Siberia y ver cómo gente que no tenía para comer te estaba esperando a la salida, a 30 grados bajo cero, para darte un beso y decir que le habías gustado. Y he bailado en la Opera House de Sidney y también es interesante. Lo importante es poder seguir bailando.

—¿La enseñanza es tan gratificante como bailar o diseñar coreografías?

—Es totalmente diferente. No se puede comparar. Bailar es un gran acto de egoísmo y narcisismo, porque al fin y al cabo lo haces por ti y te exhibes ante el público. Enseñar es un acto de generosidad total. Enseño a niños y a profesionales y también son cosas distintas. Tienes que darlo todo. Crear una coreografía es dar parte de ti para que luego sea otro quien se adueñe y lo transforme.

—¿Le gustaría que su hija siguiera sus pasos?

—Que haga lo que le dé la gana. Yo he podido dedicarme a lo que he querido y en mi familia me han apoyado, que es lo que voy a hacer con ella. Si le gusta la danza, me haría aún más feliz: pero en esta cruzada que hago con estos cursos, lo que quiero es que la danza tenga una posición digna.

—¿Es cierto que en el lado oscuro del ballet hay homofobia y anorexia?

—Son estereotipos. Vienen de películas como Cisne negro, donde a una sola bailarina le ocurría lo que habitualmente le suceden a cien bailarinas. Hay los mismos homosexuales que en cualquier otra profesión. Lo que ocurre es que nosotros somos valientes y lo llevamos abiertamente, no como en el deporte.

—¿El ballet aún no está suficientemente valorado en España?

—Para que esté suficientemente valorado tiene que estar valorado. A mí se me respeta porque tengo un nombre y por lo que he conseguido, no por mi profesión. Aquí al bailarín le preguntan si se puede vivir de ello...

—¿Qué personaje de los que ha conocido le ha impresionado más?

—No me gusta hablar de personajes. He conocido a gente muy importante. Me impresionan más a veces las personas comunes, los héroes de la vida.

—¿Qué vamos a ver en la exposición que inaugura el sábado el Museo Egipcio?

—Una amplia exposición con fotografías y textos donde se verá mi evolución, desde los inicios hasta ahora.

—¿Ha elegido usted las fotos?

—Sí.

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