Diario de León

Arte

El barón Thyssen, un siglo de voraz coleccionismo

El aristócrata reunió una de las mejores pinacotecas, tras heredar 525 obras de arte de maestros anteriores al siglo XIX

El barón ante una de sus obras preferidas, el retrato de Giovanna Tornabuoni, de Ghirlandaio. EFE

El barón ante una de sus obras preferidas, el retrato de Giovanna Tornabuoni, de Ghirlandaio. EFE

Publicado por
Amalia González Manjavacas
León

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Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza fue una persona muy cosmopolita, de familia húngara y alemana, que estudió en Holanda y vivió en Suiza, Alemania y España y que heredó de su padre una gran fortuna, su emporio empresarial y la mayor parte de su colección de arte, unas 525 obras, todas de maestros antiguos anteriores al siglo XIX.

Al finalizar la II Guerra Mundial, Hans Heinrich, además de reflotar las empresas familiares afectadas por el conflicto, abrió al público la galería de pinturas que su padre inauguró en 1936 en su residencia de Lugano (Suiza), Villa Favorita, y se propuso reconstruir la colección que quedó perjudicada, adquiriendo nuevas obras en subastas, incluso comprando pinturas puestas a la venta por sus hermanos que no estaban interesados en el arte.

Cambio de rumbo

En 1961 el barón adquiere la primera obra moderna de su colección, una acuarela de Emil Nolde

Haine, como era conocido el barón, fue el pequeño de cuatro hermanos (un varón mayor y dos hermanas), pero él fue el elegido por el padre como continuador de la colección, él fue quién le instruyó en el arte, lo contó él mismo en sus memorias donde reconoce que no era buen estudiante de arte. «Desde este punto de vista —dice José Ángel López-Manzanares, comisario e historiador del arte— se fue involucrando cada vez más en pintura, y ésta le fue formando, fue dúctil ante los acontecimientos de su vida, fue aprendiendo de las cosas, fue aprendiendo de la pintura, hasta llegar a ser la pasión de su vida».

Al principio adquirió obras de maestros antiguos conforme a los gustos del padre, pero cuando éste muere en 1947, se libera y comienza a marcar un nuevo destino a la colección con la compra de pintura contemporánea, de pintores del siglo XX, ya a su gusto.

«Empecé a pensar —escribió el barón— que si los primeros años del siglo XX habían producido tantas cosas importantes en la ciencia, en la técnica y en otros campos, el arte de esa época tenía que ser también interesante». Tras unos primeros años de adquisiciones dispares e impulsivas, el barón focaliza su labor coleccionista en el expresionismo alemán, arte que rompe con el formalismo anterior, donde la belleza y sus formas se desvanecen para dar paso a otra, donde todo es color y ‘expresión’ del artista, un estilo que estuvo estigmatizado, incluso perseguido por los nazis como ‘arte degenerado’.

En mayo de 1961 el barón adquiere la primera obra moderna de su colección. Se trataba de una acuarela del expresionista alemán, Emil Nolde, con lo que dio un nuevo rumbo a la colección familiar. En la misma subasta, además de la acuarela de Nolde, el coleccionista adquirió otras nueve pinturas de artistas muy diferentes.

En noviembre de 1979 reconoce el propio barón, «Me interesé por el expresionismo alemán a una edad temprana, incluso durante mi época de estudiante. Pero no podía hablar de ello con mi padre. Fue solo cuando me convertí en coleccionista […] cuando, poco a poco, comencé a comprar pinturas modernas».

A partir de entonces comienza a adquirir cuadros de todas las vanguardias artísticas del siglo XX y, junto a los maestros consagrados de la historia del arte, como Van Eyck, Ghirlandaio, Durero, Tiziano, El Greco, Caravaggio, Rubens, Rembrandt o Goya, coloca a expresionistas, impresionistas, cubistas, surrealistas, artistas abstractos, constructivismos, hiperrealismos, pop art…, toda una impresionante y completa lista de pintura de vanguardia nunca reunida en una misma colección.

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