Diario de León

El campesino que se hizo poeta al cumplir 100 años

Victorino Murciego tenía un sueño. Quería cultivar no solo la tierra, sino su espíritu curioso. Nacido en 1920 en Laguna de Negrillos, dejó de estudiar a los 14 años para trabajar el campo. Cuando se jubiló, empezó a leer y escribir sin descanso. Un mes antes de fallecer por covid pudo ver publicada su obra.

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Nunca es demasiado tarde para aprender, para leer, para escribir y para publicar. Esas eran las inquietudes de Victorino Murciego, fallecido por el coronavirus hace dos meses. En el hospital, semanas antes de morir, vio cumplido su sueño. A sus cien años logró convertirse en poeta y tener entre sus manos su primer y único libro, Poemas de un campesino. Una de sus hijas pidió a la editorial Letrame que, al menos, les enviase un ejemplar, ante el temor de que su padre no llegara a verlo. «Por fin ha llegado. Este es el legado que os dejo», dijo Victorino, feliz de haber escrito su historia en 131 poemas.

Cuando se agravó su situación y en el hospital le cambiaron de planta, le preguntó a su hija: «El libro nos lo llevamos, ¿no?».

Empezó a escribir a los 72. Había dejado los estudios, a su pesar, a los 14 años, porque sus dos hermanos mayores se habían ido al frente en la Guerra Civil; y seis décadas después, llegó el momento de retomarlos de manera autodidacta. Comenzó a leer con voracidad la enciclopedia Larousse y cuantos libros caían en sus manos. Cuenta su hija Inmaculada que hacía resúmenes de veinte páginas de voluminosos textos. «Los aprendía de memoria». Desde la vida de Carlos V a una obra de Zorrilla.

Aprendiz infatigable

«No tenía miedo a la muerte, pero no quería morir porque le quedaba muchísimo por aprender»

Hijo de una familia muy humilde, Victorino Murciego vino al mundo en 1920 en Laguna de Negrillos. «Iba a la escuela con pasión. Le encantaban los libros». Su hija cuenta que a los 11 años el maestro le regaló a su padre por buen estudiante el libro España, mi patria , que lamentó toda su vida que alguien se lo sustrajera. El maestro también le encomendó copiar el texto teatral Cabo Noval y él se acabó aprendiendo todos los papeles. «Ponía distintas voces para cada personaje».

Inmaculada Murciego dice que aunque su padre no pudo estudiar, era un hombre inteligente que aplicó su talento al campo. «Se adelantó a la concentración parcelaria. Era muy valiente y arriesgado». Cuando se jubiló anticipadamente por enfermedad, estuvo un tiempo deprimido, hasta que recuperó el ánimo con la lectura. «Leía de todo, literatura, historia, filosofía...». Esa voracidad lectora le condujo a la escritura. «Necesitaba volcar lo que leía». Y empezó a escribir poemas sobre la dureza de la vida en su juventud, de agradecimiento a su mujer y a su madre, a los animales con los que trabajó y a los que no había podido alimentar como quería, a los ancianos, a la soledad... «Describía con todo lujo de detalles todo lo que veía». Admiraba a Miguel Hernández, le gustaba la biografía de Marie Curie y le encantaba El Quijote . «¡Vaya cabeza tan impresionante la de don Miguel de Cervantes!», decía.

A los 98 años perdió la vista, pero no dejó de leer y escribir. Hace dos años murió su mujer y el año pasado falleció su único hijo. «Fue un golpe horroroso». «Él no tenía miedo a la muerte, porque era creyente, pero no quería morir porque le quedaba muchísimo por aprender». Sostenía, como Tierno Galván, que es preciso leer como beben las gallinas, un rato con la cabeza agachada y otro, levantada, para reflexionar y asimilar sobre lo leído.

Poemas de un campesino (Editorial Letrame) se vende bajo demanda y en tres librerías leonesas, Pastor, Alejandría y Artemis. Inmaculada Murciego lo presentará este fin de semana en la Feria del Libro de Santa María del Páramo.

Según la editorial, «Victorino escribe el libro de su vida y no pretende impresionarte ni que admires la sonoridad de sus versos o sus rimas. Su pretensión es mucho más sencilla y mucho más importante, porque lo que quiere contarte no es lo bueno y lo malo, lo triste y lo alegre de su vida, sino sencillamente La Vida».

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