Diario de León

Reportaje | tomás garcía yebra

Cela lamentó su supuesto plagio

«Todos cometemos errores», confesóa la bibliotecaria de su fundación En una tarde de confidencias, el Nobel gallego recordó con pesadumbre su laureada novela -˜La cruz de San Andrés-™, un caso de presun

El escritor Camilo José Cela (1916-2002).

El escritor Camilo José Cela (1916-2002).

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Iria Flavia (Padrón, Pontevedra). Primavera del año 2000. Un orballo envuelve a los 500 habitantes de la pequeña localidad gallega. Marina Castaño sale de la Fundación Camilo José Cela, monta en su Jaguar y emprende viaje a Santiago de Compostela. En la enorme casona se quedan solos Cela y Marisa Pascual, la bibliotecaria. El Nobel disfruta a chupitos de un whisky Johnnie Walker. A medida que bebe se le va alegrando el entendimiento. Charlan de la infancia, de Vigo, de los jesuitas...

En un momento dado, Marisa Pascual le pregunta: «¿Qué ocurrió con La cruz de San Andrés ?». El Nobel le mira a los ojos y dice sin titubear: «Todos cometemos errores en esta vida». Seguidamente apoya el vaso sobre la mesa y continúan conversando sobre diversos asuntos. El hijo del Nobel, Camilo José Cela Conde, vino a refrendar en su día las palabras del padre: «Esa novela nunca se debió publicar». Marisa Pascual, diez años después (y ya ex bibliotecaria de la fundación) recuerda con ternura al autor de Viaje a la Alcarria , «un hombre con mucha vitalidad» que acreditaba «un gran sentido del humor». Su voz se torna dulce y entusiasta cada vez que se refiere a don Camilo. «Me sentía muy arropada por él».

Todo comenzó cuando Carmen Formoso, autora de la novela Carmen, Carmela, Carmiña , se detuvo ante el escaparate de la librería Arenas, en A Coruña. Allí vio La cruz de San Andrés , la obra con la que en 1994 Cela ganó el premio Planeta y los 50 millones de su dotación. Formoso, que había presentado su novela al mismo certamen, entró en la librería, hojeó la solapa y le interesó el tema: era una historia parecida a la suya. «Qué casualidad», se dijo. Al llegar a su casa comenzó a leerla. «A las pocas páginas empecé a sentirme mal. No podía creerlo. Allí estaba mi vida, mis sentimientos, era como si me hubieran vampirizado». Aún así tardó tiempo en contarlo. Ni siquiera lo hizo a sus más allegados «Pensé que se reirían de mí».

Una batalla tenaz. Pero un buen día dio el paso. Su hijo, el abogado Jesús Díaz Formoso, dudó en un principio de las palabras de su madre. Cuando leyó las dos novelas no le cupo ninguna duda. «Es imposible que haya sido producto del azar», dijo. «Son tantas las coincidencias temáticas, argumentales, de escenarios, nombres propios y frases textuales que resulta estadísticamente imposible que sea una coincidencia. Es como si lanzas mil veces una moneda al aire y siempre sale cara. Tan improbable como eso». Y sentencia: « La cruz de San Andrés se escribió con la obra de mi madre delante».

A finales de 1998, el abogado Jesús Díaz, en representación de su clienta, Carmen Formoso, presentó en los juzgados de A Coruña una querella criminal en la cual se acusaba a la editorial Planeta y a Camilo José Cela de los delitos de «apropiación indebida» y «contra la propiedad intelectual». El caso fue archivado dos veces y otras tantas abierto: una por la Audiencia Provincial de Barcelona y la definitiva por el Tribunal Constitucional. Tras doce años de litigios, la titular del Juzgado de Instrucción número dos de Barcelona, Eugenia Canal, decretó a mediados de este mes de octubre la apertura de juicio oral contra el editor José Manuel Lara Bosch por presunto plagio de la obra Carmen, Carmela, Carmiña . La juez acusa al presidente del Grupo Planeta de presuntos delitos «contra la propiedad intelectual, apropiación indebida y estafa» y requiere a Lara una fianza de medio millón de euros. No hay posibilidad de recurso. Tras una terca y empecinada lucha, Jesús Díaz ha conseguido sentar en el banquillo al todopoderoso editor. Si llega a estar vivo, Cela hubiera corrido la misma suerte. Formoso tuvo la fortuna de que su hijo fuese abogado. De haber contratado a uno, la broma le hubiera salido por 190.000 euros. «Todo este grotesco cambalache, toda esta canallada la urdieron, presuntamente, la que entonces era directora general de ediciones del Grupo Planeta, Ymelda Navajo, la esposa de Cela, Marina Castaño, la agente literaria Carmen Balcells y el propio Lara», explica Díaz Formoso.

«Y el que transformó la novela de mi madre fue presumiblemente Mariano Tudela, uno de sus habituales negros ». Y añade: «Cela también metió la cuchara, y además muy bien metida, porque tuvo la genialidad de contar, entre líneas, el propio plagio, además de ciscarse en todos los que intervinieron en él».

Así pues, en unas semanas (o meses) comenzará uno de los procesos judiciales más mediáticos de los últimos años.

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