Diario de León

CULTURA ■ ARTE

Cuadros que cuentan historias

El pintor levantino Germán Aracil expone en la galería de arte Bernesga Sus retratos, bodegones y paisajes alcanzan un virtuosismo difícil de encontrar en el panorama actual.

Germán Aracil, con una de las realistas obras que presenta en la galería Bernesga. CUEVAS

Germán Aracil, con una de las realistas obras que presenta en la galería Bernesga. CUEVAS

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Germán Aracil es alicantino, pero su manera de pintar le hace ciudadano del mundo. Sus obras han cruzado los océanos y figuran en colecciones de los cinco continentes. Su técnica es el pastel y su obsesión, «encajar los personajes en el cuadro —dice—. Mi intención es que la obra tenga una composición correcta. En eso soy bastante clásico, en la mayoría de mis cuadros parto del triángulo para colocar los elementos pictóricos. Creo que de esta forma consigo equilibrio y movimiento en mis pinturas». Una vez más, nos encontramos ante un artista que es capaz de repetir la realidad sobre el papel de sus trabajos. Sus retratos, especialmente de mujeres y niños, son una auténtica delicia. Incluso cuando el pintor retrata a sus modelos de espaldas consigue crear una atmósfera narrativa llena de sugerencias.

De los rostros prefiere destacar la mirada de sus modelos, mientras que sus escenarios son a veces minimalistas y en ocasiones tremendamente barrocos. En este último caso trata el artista de demostrar todo el virtuosismo con el que es capaz de pintar, deteniéndose en los pliegues de ropajes y en las arrugas del despertar en floridos lechos impregnados de sueños.

Pero, además del retrato, Germán Aracil, también pinta bodegones y paisajes. Tiestos que iluminan soleadas terrazas, flores caídas casualmente sobre un tapete de hilo… y toda la luz de las costas levantinas. Hay quien piensa que este realismo, que este misterio mágico, que esta precisión inconcebible, ha quedado muy atrás en el correr del arte. Pero lo cierto es que cuando contemplamos la obra de artistas que rozan la perfección, como es el caso de Germán Aracil, y comprobamos que, además de la indudable belleza de sus cuadros, son capaces de contar historias, de hablarnos de niños que miran al futuro con ilusión, de mujeres que ven llegar el amor desde una ventana abierta al amanecer levantino, de comprobar la efímera belleza de una rosa y el misterio vegetal de un patio andaluz con todo su trasfondo, nos damos cuenta de que el arte, este arte, tiene un valor enorme.

Aracil es un virtuoso que emplea las virtudes de su arte para contar historias de luces y sombras, miradas y colores, del correr el tiempo en el enigmático rincón de un dormitorio. Una delicia para el espectador.

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