Diario de León

CULTURA ■ EXPOSICIÓN

De los laberintos a las letras

El artista leonés Esteban Tranche expone sus cuadros ‘Errantes’ en Ármaga

El artista leonés Esteban Tranche junto a una de las obras de la exposición. CUEVAS

El artista leonés Esteban Tranche junto a una de las obras de la exposición. CUEVAS

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MARCELINO CUEVAS | LEÓN
León

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Tranche, Esteban Tranche, creaba figuras que eran como dinámicos laberintos danzantes apoyados en la geometría. Y el veterano pintor leonés sigue pintando de una forma estrictamente personal, pero ha convertido los ángulos en curvas y los colores sobrios han estallado en una sinfonía de tonalidades eléctricas. Tranche, serio y circunspecto, ha llegado a una segunda juventud mucho más divertida, más sugerente, más lúdica que la primera. El artista vive un momento dulce, como demuestra sobradamente en la exposición titulada Errantes, que inaugura en la galería de arte Ármaga.

Aldo Sanz, poeta y amigo del artista ha sido el encargado de prologarla. «En el centro de la sala —cuenta el escritor que alguien le ha dicho— me encuentro rodeado de mapas que cuelgan como estelas de Ícaro, mapas verticales como los sueños de antiguos miniaturistas medievales. Soy la nieve cayendo y la niebla bajando. La amabilidad de los recuerdos se posa en la cartografía de las manos. Por el trazo de los ocres me extravío en la espesura donde nunca seré hallado. Apartados del camino Pulgarcito y el Capitán Garfio juegan a la Oca con fichas de pan ácimo. Huele a sándalo y a cedro. Acaricio una cajita de madera lacada. Contiene hilos de seda. El laberinto, el vericueto, el mapa de las cunetas, Idomeni,Tinduf, El Aaiún, los caminos cercanos a las aguas, el hierro que protege las fronteras, los ojos en las márgenes de un río».

Tranche reaparece en Ármaga con una serie de obras, la mayoría de pequeño formato con las que intenta enseñarnos a leer su nuevo capítulo pictórico. Tranche ha llenado sus lienzos, en este caso tablas, y papeles de libertad, ritmo y colorido. Bendita jubilosa jubilación.

Su pintura, como decimos, es más optimista, más divertida, se ha liberado de viejos corsés. «En los últimos tiempos —asegura el pintor— mi objetivo ha sido la naturaleza y he acentuado mi sentido del rito. Pero bastante tiene uno ya con pintar, no creo que un artista deba interpretar o explicar sus obras. Debe ser el espectador quien termine el ciclo y aporte su sensibilidad y su interpretación».

Tranche es un pintor tremendamente personal que en la mayoría de las ocasiones pinta para sí mismo, para disfrutar de lo que hace mientras lo hace. «Para mí, lo más importante es que cuando termino el cuadro esté vivo. Mi gran preocupación es que al final no aparezca una obra inerte, hay que evitar que nazca algo muerto. La mano debe establecer contacto con el pensamiento y de ese acercamiento debe nacer algo lleno de vitalidad, algo único que pueda emocionar».

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