Diario de León

El cine que el viento no se llevó

La película más taquillera de la historia cumple 80 años y sigue diviendo a la crítica

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Fernando Prieto Arellano
León

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Es una película mastodóntica, pero ágil; larguísima, pero fluida; barroca, pero sencilla. Lo que el viento se llevó , para algunos supone la Capilla Sixtina del cine; para otros apenas un dramón quizá sobrevalorado y de cuyo estreno en el Loews Grand Theatre de Atlanta se cumplen hoy 80 años.

Y aunque han pasado ocho décadas y se han estrenado cintas tan taquilleras como Avatar (2009), Titanic (2009) o Endgame (2019), el clásico drama sureño sigue siendo la película con mayor recaudación con precios ajustados a la inflación (sus 402 millones de dólares de entonces serían 3.800 en la actualidad).

Basada en la voluminosa novela de Margaret Mitchell Gone with the Wind , la historia narra no solo una peripecia de personajes, de seres humanos convertidos en arquetipos, sino también un periodo clave en la historia de los Estados Unidos, y en particular del Sur, el que abarca la Guerra Civil y la inmediata posguerra, conocida como el «Periodo de reconstrucción».

Tres directores

La película, concebida desde el primer momento como una gran superproducción de la Metro Goldwyn Mayer, pasó por fases de notable complejidad, incluso en aspectos tan básicos como la elección del director y de los protagonistas. En diciembre de 1938, cuando se da el primer golpe de claqueta, lo único que estaba claro es que el productor de la película era David O. Selznick, según recuerda la página especializada IMDB. Las primeras secuencias comienzan a rodarse bajo la dirección del gran George Cukor, quien quería a Katherine Hepburn para el papel de Scarlett O’Hara, a lo que Selznick se opuso radicalmente, pues no la veía adecuada para el personaje y prefería llevar a cabo un «casting», como así se hizo y en el que salió elegida la británica Vivien Leigh, quien tuvo que hacer un gran esfuerzo para hablar en inglés con acento sureño.

Las desavenencias entre Cukor y Selznick eran cada vez más evidentes y finalmente el director abandonó la película a las tres semanas de rodaje.

Suya debe de ser, probablemente, la secuencia del incendio de los almacenes de Atlanta, para el que se aprovechó material de desecho como los decorados de películas como El jardín de Alá (Richard Boleslawski, 1936) o partes del que se utilizó en el rodaje de King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933). Sin embargo, Cukor continuó trabajando en privado con Leigh y Olivia de Havilland (la única superviviente del reparto y magistral en su papel de Melania Hamilton), a las que consiguió sacar el tono adecuado y una vez más hizo gala de su bien ganada fama para saber sacar lo mejor de las actrices.

Cukor fue reemplazado por Victor Fleming, quien finalmente firmará la película, y que en ese momento estaba dando los últimos toques a El mago de Oz . Durante un par de semanas de mayo de 1939, se hizo cargo de la dirección Sam Wood, dado que Fleming se tuvo que retirar por agotamiento.

Los protagonistas

Aunque hoy en día nadie se imagina Lo que el viento se llevó con otros protagonistas que no sean Vivien Leigh y Clark Gable, lo cierto es que la Metro barajó un buen número de actores para encarnar a Rett, entre ellos Gary Cooper o Errol Flynn, aunque, según parece, Selznick tenía clarísimo que el papel era para Gable. No fue tan fácil la elección de la protagonista femenina. Descartada Katherine Hepburn, se hizo un exhaustivo casting en el que participaron actrices como Talulah Bankhead, Paulette Goddard, Lana Turner o Susan Hayward, entre otras.

Finalmente, la elección recayó en Leigh, una actriz británica, de exquisito acento inglés y unos maravillosos ojos verdes, que destacan sobremanera en el technicolor.

El actor que fue espía

El también británico Leslie Howard, que encarna al pusilánime Ashley Wilkes, quien durante toda la película se debate entre el amor de Scarlett y el de su esposa, Melania, fue en su corta vida (falleció a los 50 años de edad) un agente secreto al servicio de Su Majestad. Howard, quien antes de trabajar en Lo que el viento se llevó ya había protagonizado dos grandes clásicos, uno del cine de aventuras, La pimpinela escarlata (Harold Young, 1934), y otro del cine negro, El bosque petrificado (Archie Mayo, 1936), se embarcó a fondo en la lucha contra la Alemania nazi y ofreció sus servicios al gobierno de Londres en tareas de espionaje y agitación y propaganda. En 1943, el Gobierno británico ordenó a Howard que viajara a Madrid para que intentara entrevistarse con Franco para convencerle de que España abandonara su política de no beligerancia y la reemplazara por la de neutralidad.

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