Diario de León

El dibujante de San Marcos

La Fundación 27 de Marzo saca a la luz caricaturas y fotos inéditas de presos y oficiales del campo de concentración del asturiano Cástor González Álvarez .

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ana gaitero | león
León

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«Mi padre ingresó en San Marcos en la sala de caballerizas. Me contaba que en el centro había unos tinajones de madera para hacer las necesidades y que había gente que se caía dentro. No lo quitaban hasta que estaba a rebosar». Son palabras de Cástor González Ovies, hijo de uno de los miles de presos confinados San Marcos durante la Guerra Civil.

El avilesino Cástor González Álvarez, delineante de profesión, no fue un preso cualquiera. Con 23 años, en noviembre de 1936, se incorporó al frente republicano como soldado del Batallón Somoza. A los pocos meses fue ascendido a teniente informador. «Los jefes de batallón no tenían mucha cultura y él les dibujaba sobre los planos para que pudieran interpretarlos, como si fuera un topógrafo», cuenta el hijo.

Al caer el frente norte fue denunciado por la Falange, al igual que su padre. Estuvo detenido dos días en la casa del Pedregal de Avilés, uno de los centros de detención más temidos, y tras quedar libre fue detenido otra vez. Le encarcelaron en La Vidriera de Avilés y en la Caleyada de Oviedo. El 24 de febrero de 1938 entró en San Marcos.

Legado gráfico único

En San Marcos, Cástor, como firmaba sus dibujos, trabajó con el equipo artístico de restauración y decoración con otros dibujantes, decoradores, ebanistas y orfebres. Cuando salió libre en 1941 llevaba consigo una carpeta con cuadernos y láminas que constituyen un testimonio gráfico inédito de uno de los mayores campos de concentración habilitados en España durante la Guerra Civil.

Una colección de caricaturas retrata de manera excepcional a presos y oficiales del campo con los rasgos más significativos de su personalidad, desde el comandante, José Llamas del Corral, con quien mantuvo una buena relación, a cautivos que sufrieron un especial escarnio por su orientación sexual, como «La Manolita». «Los molían a palos; a todos en general pero a los homosexuales, más», contaba a su hijo Cástor. Las caricaturas dejan constancia de la estancia en San Marcos de prisioneros extranjeros, como el periodista portugués Horacio Rubin de Gorgâo con quien el dibujante llegó a mantener correspondencia cuando fue trasladado a otro penal.

Una lámina de gran impacto visual ilustra sin tapujos la situación de hacinamiento del campo de concentración en 1938. Se trata de una acuarela de la sala 7, número que se asignó a la sala capitular del hospital de peregrinos convertido en cárcel, un documento excepcional en el que los presos aparecen tirados por todas partes.

Cástor, que falleció en el 2001, también habló a su hijo de las condiciones de vida en el campo de prisioneros, si bien no dejó un testimonio escrito. «Al principio estaba atestado de gente. En la sala capitular caían las chinches y las pulgas del techo. Pero decía que al final estaba casi solo», cuenta su hijo González Oves.

El dibujante de San Marcos también realizó diversas láminas del edificio de San Marcos y bocetos para obras decorativas dentro del campo, como el empedrado del claustro bajo y la medalla conmemorativa del año santo compostelano en 1938. La caricatura de José García, el preso grabador-orfebre que realizó artesanalmente la medalla de plata, también está en la colección. «A este hombre, me contaba mi padre, lo encerraban en una habitación con dos botellas de vino y a trabajar todo el día. Al parecer era muy bueno», añade el hijo de Cástor González Álvarez desde Oviedo.

Presos en misa

El legado del prisionero avilesino incluye tres fotografías también inéditas, las primeras que salen a la luz del interior del campo de concentración. En dos de ellas, tomadas durante una misa en el claustro para presos, aparece el dibujate tocando el armonio. «Mi padre también era músico. Fue fundador de la orquesta sinfónica de Asturias», explica.

El preso asturiano pasó de ser «guía» de los oficiales republicanos en el frente norte a a director artístico del bureau que se ocupaba de trabajos de decoración y restauración dentro del campo de concentración. Ni siquiera la guerra interrumpió su pasión por este arte. Una parte de las caricaturas que conserva la familia corresponden a personas con las que compartió sus días de lucha en el frente norte.

«San Marcos era su casa»

La primicia gráfica de Cástor aparece recogida en el libro Cárceles y campos de concentración de Castilla y León , de la Fundación 27 de Marzo de la UGT, que coordinan los historiadores Javier Rodríguez y Enrique Berzal», y sale a la luz con fondos del Ministerio de Presidencia. El legado también forma parre de la exposición que se puede ver en el Museo de León. para la recuperación de la memoria histórica.

«Para mi padre, San Marcos era parte de su casa. Cuando llegaba a León, siempre decía: ‘Vamos a San Marcos’», cuenta su hijo. Más de una vez le acompañó. «Y hacía de guía a los propios guías». No recuerda que su padre hablara con amargura de los tres años de prisionero en San Marcos: «Bien no estaba, allí no podía estar bien nadie, pero lo mandaron pintar, que era lo que le gustaba y lo mandaron tocar el armonio... Era su forma de evadirse».

Su padre le contaba que mientras permaneció en León la Legión Cóndor era frecuente que los domingos, como prolongación de su paseo por La Condesa, los soldados alemanes visitaran el campo, como «si fuera un zoológico.

La buena relación de Cástor González con el jefe del campo de concentración se debe a un hecho singular: «Los de la Falange de Avilés querían que fuera a declarar después del consejo de guerra y fue José Llamas del Corral quien intervino para que no tuviera que presentarse. Si lo mandan ir, no vuelve. Lo hubieran liquidado porque había sido denunciado por un tío», afirma su hijo.

Según documentos que recoge Javier Rodríguez, la delegación de la Falange de Avilés comunica en abril de 1939 que Cástor fue enviado a un campo de concentración y señala que antes del Movimiento observó «buena conducta». Un informe de la Guardia Civil de Avilés, dos días después, apunta al artista como un individuo de «marcada tendencia izquierdista» y «peligroso para la Causa Nacional».

Tan sólo al final de su vida, Cástor empezó a mostrarse inquieto ante los recuerdos de su época de cautiverio. «A última hora la cabeza se le fue y hablaba de lo mal que lo pasó en la casa del Pedregal de Avilés, donde estuvo con su padre». Fueron los peores días de su vida.

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