Diario de León

El elogio clásico de Amancio

El escultor leonés inaugura hoy en la Galería Ármaga su particular revisión de obras históricas de la pintura además de homenajear a su maestro Alejandro Vargas

León

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Decíamos hace 38 años se dice pronto, pero la pulsión artística actual de Amancio González le lleva a ese entonces que en su caso eran los comienzos. Y todo es tanto cuestión de memoria como de gratitud, porque en Clásicos de la pintura , la exposición que hoy inaugura en la Galería Ármaga hay el profundo homenaje a su maestro Alejandro Vargas. Así que he aquí el instante en el que el creador Amancio, en plenitud de potencia creativa, se inspira en los inicios y se acuerda de ellos con una materia prima descomunal como son las obras en las que se basa la colección. Desde hoy, y hasta el 15 de septiembre, Ármaga tendrá esta propuesta que suena a éxito seguro como una añorada buena noticia.

Así, no hace mucho el propio Amancio González explicaba que trabajar sobre Las Tres Gracias de Rubens, El Juicio Final o La creación de Adán de Miguel Ángel suponía indagar en un arte mayúsculo, al que él dota de tridimensionalidad y la profundidad física de un arte ya convertido en eterno.

Y es que se detecta que en el ideario actual de González, y se intuye que poco haya cambiado, hay algo de totalidad a la hora de embarcarse en obras o proyectos, como si las medias tintas, si es que las hubo en algún momento, se hayan borrado para siempre a la hora de armar una idea artística.

En la práctica, el artista utiliza hierro en la creación de estas obras, iniciadas mucho antes de estos días crueles en los que ha logrado mantener su pulso. Así, entre conceptos técnicos, la creación del volumen, la naturaleza no orgánica del hierro, la óptica que surge como indagación, Amancio ha dado de nuevo en el blanco de su particularidad. «Partir de esos cuadros clásicos, de una imagen plana, y trabajar sobre ellos te da la sensación de ver el otro lado del cuadro. Como girar esas imágenes. La verdad es que es una sensación un poco mágica», confesaba al respecto con satisfacción cuando ya veía la salida a todo el conjunto que pergeñaba.

Y puede decirse que se batió en una lucha con gigantes como obras maestras, en donde la genialidad de los autores debía de ser la ola en la que subirse para llegar a este buen puerto que es la Galería Ármaga.

En sus palabras queda constancia tanto del reto como el citado homenaje a Alejandro Vargas, su maestro: «La exposición que presento es el resultado del último año de trabajo y en ella podremos ver cinco esculturas en hierro y cuatro dibujos sobre tela bordados a mano por Ana Campos. Las nueve piezas tienen como base pinturas muy populares de artistas sobradamente reconocidos. Hace 38 años yo llamaba a la puerta de una academia de pintura y en ella estuve durante tres años, la rutina de trabajo habitual consistía en la realización de una copia, en mi caso de pintura clásica que era mi favorita. El ejercicio era muy completo ya que practicaba a la vez el dibujo y la pintura. Partía de cero, sin técnica ni conocimiento aunque contaba con la voluntad firme de intentarlo a pesar del profesor que se empeñaba en corregir una y otra vez mi trabajo sin importarle mis sentimientos», rememora.

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