Diario de León

Arte y literatura

Encuentros con Arroyo para comprobar su eternidad

Imagen de los asistentes a la primera reunión de 'Los Encuentros'. IVÁN KALAX

Imagen de los asistentes a la primera reunión de 'Los Encuentros'. IVÁN KALAX

León

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Hoy, hace un año, murió Eduardo Arroyo, cuando entonces ya era eterno. Murió un 14 de octubre y desde entonces se sabe que su huella artística perdurará porque hay noticias de todo lo que fue. Aparecen solas, de vez en cuando, incluso más allá de su figura como artista radical, pintor clave del siglo XX, creador que recorre desde todas las perspectivas, siempre sin poder evitar ni la audacia ni su personalidad. Tal vez, ahora sean tiempos, puede que le encantara, del Arroyo más inclasificable por efecto de su producción, y de su desaparición. Todo lo que hizo, fue. Cartelista pop de alto standing, o pop, de popular, de teatro. Periodista deportivo o nombre fundamental de la figuración, escritor o pionero impulsor de la repoblación de la España vacía en su Robles de Laciana o empeñado en dejar en León calidad cultural. Sale todo esto porque es lo que tiene ser eterno: que solamente se es eterno si se es recordado.

Así que es momento de proyectar qué pensaría Eduardo Arroyo si en su Robles de Laciana se plantaran eminencias culturales y sin embargo amigos de este rebelde con arte. Qué pensaría si se academizara en torno a él, tan siempre a punto de romperlo todo al mínimo atisbo de falta de compromiso o de autenticidad. Los nombres serían clave para que cayera rendido si se trata de amigos suyos de la talla de Alberto Anaut, Antonio Lucas, Ángeles González-Sinde, Rosa Torres Pardo, Jesús Ruiz Mantilla... y más. Serían fundamentales porque Arroyo entonces se dedicaría a presumir de pueblo, Robles de Laciana, y decirles que algún día llegó el otoño. Y este fin de semana se ha tratado de eso, seguro que cumplir con alguna vieja conversación con promesa de verse que Alberto Anaut, de La Fábrica, esa factoría cultural de Madrid, pilló al vuelo, y lo bueno es que la ejecutó. Así surge este primer Encuentros con Arroyo, como cita de dos días, a puerta cerrada y sin cobertura, al menos informativa. Luego será libro. Y además de los citados, Francisco Leiro, Juan Barja, Fernando Castro Flores y María Marsans fueron el resto de equipo que, con la leonesa Camino Brasa, directora editorial de La Fábrica, se reunieron en torno a Eduardo Arroyo, su pueblo, su casa, su biblioteca, su taller. En definitiva, aunque fuera con vistas al Mundo, la vida leonesa de Eduardo Arroyo. Junto a un programa de actividades, tres ponencias fueron el grueso intelectual de lo vivido: Miguel Zugaza, ex director del Museo del Prado y actual director del Museo de Bellas Artes de Bilbao; Félix de Azúa, escritor y filósofo; y Fabienne di Rocco, comisaria y experta en la obra de Eduardo Arroyo.

Según los organizadores de este evento privado de fin de semana, «se trata de un encuentro reducido que pretende profundizar en la vida y en la obra de Eduardo Arroyo, y mantener de esa manera viva su memoria cada año. Los encuentros nacen con la intención de celebrarse anualmente y se plasmarán en un pequeño libro publicado por La Fábrica que recogerá las ponencias y la esencia de las aportaciones del público», en referencia a los otros invitados que así participan en los coloquios y debates.

Otro apartado que destacan es el hecho de que, además de lo significativo y especial que es Robles de Laciana para entender el todo de Eduardo Arroyo, «los Encuentros se celebrarán en la nueva biblioteca que había puesto en marcha y que se inaugurará con estos actos», indican.

De esta manera, tanto el sábado como ayer, el material de trabajo consistió, amén de saludos y encuentros entrañables, en un programa completo en torno a Arroyo: desde la proyección de la película Exposición Individual, Fragmento 1 , a la primera ponencia a cargo de Fabienne di Rocco, la segunda parte de Exposición Individual, Fragmento 2 , y la segunda ponencia, en este caso de Félix de Azúa, al momento también de conexión sentimental (aquí aparece un Arroyo autor de etiquetas de vino) con la presentación del Vino Arroyo de Arrayán, por María Marsans. Ayer se realizó una visita al cementerio, hubo más proyecciones y la tercera ponencia, la de Miguel Zugaza, enlazada con la visita asimismo al taller de Arroyo.

Un recorrido por tanto a la obra de Eduardo Arroyo pero también a su persona. Y una forma de determinar aquella angustia que le reconcomía al creador cuando se preguntaba ante Jesús Ruiz Mantilla que cuál sería su último cuadro. El buque fantasma fue el último que firmó. O que a Antonio Lucas le confesaba en una entrevista que aquí en España siempre terminamos mal. Pues resulta que estos Encuentros con Arroyo, que comenzaron este fin de semana con vistas al futuro, son una buena obra que no se acaba nunca y una manera de terminar bien. Con Arroyo, vida y obra, un púgil del arte, como inspiración.

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