Érase una vez el joven Ildefonso Rodríguez

Como en un érase una vez hace cincuenta años, Ildefonso Rodríguez se encontró con lo que había escrito como relato personal. Hace tanto de ello que también necesita un título largo para contextualizarlo. Es así como el poeta y músico leonés presenta su nuevo libro Ciclo Tierra de Campos (inacabado). Aventuras de tres amigos en los tiempos del Nacionalcatolicismo (Ediciones Malasangre, 2019). Hoy, a las 20.00 horas lo presenta en El Gran Café, y supone una recuperación de materiales muy antiguos: el relato de un viaje iniciático, escrito en la juventud, y poemas de aquellos años, algunos con jazz como motivo de fondo.

Cuando el autor lo define, se ve que ese material que estaba guardado contenía tanto lo que empezaba como inquietud intelectual y cultural, como lo que eran las propias vivencias: «El proyecto titulado Ciclo Tierra de Campos pretendía abarcar un amplio territorio narrativo, tramado con las lecturas de aquellos tiempos (iniciáticas, numinosas, fragmentarias) y con unos sucesos biográficos. Los sucesos se limitaban al viaje de unos pocos días que tres amigos hicieron por los pueblos de la comarca de Sahagún de Campos, en la provincia de León. La alegría de los excursionistas, la juventud, la amistad, el vino (y el primer hachís) provocaron que todo cobrase un relieve, que cada hecho fuera un paso en la embriaguez de lo real maravilloso, lo simbólico, la conciencia de una magia cotidiana y el mito. Un estado que se suponía extranjero (ante todo) y romántico», relata.

Tratándose de Ildefonso Rodríguez, que siempre ha desarrollado su compromiso con la cultura de la provincia, esta publicación sirve para contar ese León y alrededores de hace cincuenta años desde la óptica de quien siempre ha parecido creer necesario mojarse tanto en la música, libros y de todo.

Y como corroboración de que una vez León era territorio fértil cultural desde lo iniciático, espontáneo, y no impostado. Por ello, que defina así el libro, es un acto de sinceridad y lucidez: «Los resultados saltan a la vista, su ambición, su inmadurez. Las notas son testimonio de aquellas pasiones, naturales en el escritor joven y embalado. Y también el consuelo de que siempre merece la pena intentarlo».