Diario de León

Lengua y sociedad

El español (también) ¿será feminista?

El catedrático y académico Salvador Gutiérrez defiende la feminización de la lengua y sostiene que la RAE no puede convertirse en una Inquisición

Un grupo de trabajadoras participan en una concentración durante la huelga feminista

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CRISTINA FANJUL/LEÓN
León

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«Están pasando las dos cosas. Por un lado, al cambiar la sociedad, se modifica la realidad lingüística y, por otro, la sociedad se va adecuando a las nuevas formas del lenguaje». El catedrático y académico de la Lengua Salvador Gutiérrez deja claro que siempre ha habido tabúes en la lengua y pone como ejemplo palabras y expresiones escatológicas, sexuales o de índole religioso. «Han afectado al comportamiento social, han afectado al arte (recordemos la “corrección” de las figuras impúdicas de la Capilla Sixtina ordenada por Pío V). El sexismo afecta a los usos machistas del lenguaje y también afectaba los diccionarios. Había determinados términos usuales que no entraban en el diccionario precisamente por esa razón. Primaba la interdicción lingüística», precisa el experto, que añade que fue el Diccionario secreto de Camilo José Cela el que puso fin a ese tabú.

Salvador Gutiérrez asume que siempre ha habido una concepción machista de la cultura, una dimensión que a veces  se reflejaba en el Diccionario. Como ejemplo, el catedrático explica que en el primer Diccionario de la Real Academia, la letra ‘A’ se explicaba como el sonido que emitía el hombre al nacer, «no así la hembra». «Esos resabios ideológicos han ido eliminándose poco a poco», defiende. El académico hace referencia a las palabras referidas a profesiones, uno de los caballos de batalla del lenguaje denominado sexista. «Antes, predominaban términos masculinos porque designaban profesiones que sólo ocupaban los hombres». Se trata de los conocidos como ortónimos. Sin embargo, su uso va cambiando cuando la mujer accede a estos puestos de trabajo. «Es entonces cuando comienza a aparecer la posibilidad de designarlas», explica Gutiérrez Ordóñez, que precisa que en un primer momento se optó por el género común: «Se decía el y la diputado», precisa el académico, que añade que fue años después cuando se dio luz verde al género distintivo. «El sistema de la lengua permite crear estos femeninos. A veces, el problema no reside en la lengua, sino que son los prejuicios y resistencias sociales los que tratan de impedirlos», explica. Como ejemplo, Salvador Gutiérrez pone el caso del Ejército, donde la propia normativa prohíbe la feminización de las palabras. «No se dice sargenta, ni caba, ni coronela», destaca.

Imagen de una mujer en una manifestación feminista . SANTI DONAIRE

Y es que el lenguaje siempre ha sido más permeable a los cambios que la propia sociedad. De hecho, durante la Edad Media, había palabras que designaban trabajos femeninos, como parturienta, cuyo uso correcto era ‘la parturiente’. «De la misma manera, se decía la infante, o la regente».

Para Salvador Gutiérrez, problema diferente son los femeninos que van en contra del sistema. «Es el caso de portavoz. ‘Voz’ es una palabra femenina, con lo que decir ‘portavoza’ va en contra del sistema», declara el catedrático.

Gutiérrez Ordóñez marca la diferencia entre sistema y norma. «Un lingüista tiene que situarse en el sistema porque es un conjunto de posibilidades y de reglas que ordenan el uso y que son muy difíciles de modificar», subraya. El catedrático admite que en la RAE hay académicos defensores a ultranza de la norma, mientras que los filólogos son más permeables al cauce que marcan los cambios sociales. «Verá, en la universidad estudiábamos una obra del siglo IV, el Appendix Probi, en el que el autor defendía el uso ‘correcto’ de 250 palabras latinas frente a su vulgarización romance. Pues bien, casi todas las formas del latín vulgar triunfaron en las lenguas romances, con lo que los lingüistas estamos vacunados. La lengua va en continuo movimiento. Se puede encauzar, pero no parar», defiende Salvador Gutiérrez, que considera que, por lo tanto, la RAE no puede convertirse en una Inquisición".

La lengua va en continuo movimiento. Se puede encauzar, pero no parar

En cualquier caso, hay palabras en las que la feminización es posible pero cuya ‘dualización’ resulta complicada. Como ejemplo, Salvador Gutiérrez echa mano de ‘miembra’. «Los sustantivos que definen individualidad tienen, en femenino, una connotación negativa», explica el académico, que pone como ejemplo ‘tipa’ o ‘fulana’. «Somos los hablantes los que marcamos las tendencias de la lengua», incide, para precisar una diferenciación que rara vez se hacen los hablantes: el sexismo de lengua y el sexismo de discurso. Éste último define las manifestaciones lingüísticas sexistas de las cuales no es culpable la lengua. Es el caso de frases desafortunadas e intencionadamente machistas, como ‘No lo hace mal para ser mujer’, que solo se consiguen erradicar con un cambio ideológico, con educación. «Aquí, el léxico no tiene nada que ver», explica.

Salvador Gutiérrez se refiere también a colectivos que se sienten «humillados» o «minusvalorados» por asociaciones o ejemplos que aparecen en el Diccionario. «Recuerdo unos panaderos que se presentaron en la Academia quejándose de que en el DRAE aparecía un refrán que decía ‘Pan con pan, comida de tontos’. Resultó que solo había figurado hasta 1951. También el Parlamento de la Xunta Galicia pidió a la Academia que se eliminara cierta acepción peyorativa de gallego que se usaba en algunos países de América.

MUJER ‘FÁCIL’

«Fue un olvido de la Academia». Salvador Gutiérrez explica la polémica que se generó en torno a la expresión mujer ‘fácil’ y asegura que en el año 2014 se modificaron el Diccionario varias decenas de términos que anteriormente solo se usaban para la mujer. Se corrigieron sustituyendo en la definición ‘mujer que’ por ‘persona que’ porque en el uso incluyen ambos sexos. «Se cambiaron muchas y, por un inadvertencia, quedó la expresión ‘mujer fácil’». Se modificó en enero, para adaptarlo a la norma general, antes de que surgieran las protestas. Salvador Gutiérrez  asegura las reclamaciones son buenas cuando tienen fundamento. Los diccionarios son obras en proceso, por lo que cualquier sugerencia se estudia y, a veces, ayuda a mejorarlo.

No obstante, el catedrático de Lingüística de la Universidad manifiesta que el español — «queramos o no»— el español de hoy y del futuro es el español americano, con todo lo que eso implica. «En estos momentos, los usuarios del español como lengua materna somos unos 500 millones; pero los hablantes de España no llegamos al diez por ciento», sostiene Gutiérrez Ordóñez, que añade que el castellano de Estados Unidos va a convertirse en el segundo del mundo. «El español de América tiene un factor conservador considerable, pero a cambio acoge una dimensión evolutiva y creadora enorme», incide. El académico añade que, además, están penetrando extranjerismos y anglicismos de manera notable. A pesar de todo, sostiene que la norma culta no varía de un país a otro y especifica que muy posiblemente  el 90% del léxico que se emplea en el lenguaje culto es común.

Algunas administraciones han editado recomendaciones sobre el uso del lenguaje. JESÚS F. SALVADORES

EL GÉNERO DE LA DUPLICIDAD

Salvador Gutiérrez Ordóñez también se refiere al género de la duplicidad y subraya que su uso no va en contra del sistema sino contra la economía de la lengua. «Hay un principio de economía que evita gastar de manera innecesaria. De ahí que se hayan creado usos genéricos para la persona (la tercera) para el número (el singular) y también para el género (el masculino). «Es un gran invento para evitar repeticiones. ¿Es machista? No. ¿Pudo ser que en el origen de los tiempos el término genérico hubiera sido el femenino? Tal vez. Pero la lengua en sus manifestaciones necesita, por economía, el uso genérico. ¡Y tanto para las personas como para los animales! El uso de ‘niños y niñas’, ‘profesores y profesoras’ es cansino y, lo peor de todo, innecesario, pues el masculino no es exclusivo, sino inclusivo. No es agramatical, repito, pero va en contra de la economía de la lengua que es como el Ministerio de Hacienda del Lenguaje», dice con humor.

"Se ha creído que el masculino oculta a la mujer, y no es asi"

Salvador Gutiérrez enfatiza en que se ha creído que el masculino oculta a la mujer, y no es así. «Verá. El valor de un signo se explica en del elemento al que se opone. Si yo digo ‘El hombre es mortal’, lo estoy oponiendo a Dios, no a la mujer. Ahí es sinónimo de ‘el ser humano’. De hecho, en latín hay dos voces para referirse a hombre: homo y vir», explica el académico, que recalca que tratar de evitar este uso va en contra de la economía: «Es caro e inneccesario», por lo que, en su opinión, «es muy difícil que triunfe». De hecho, y según su experiencia, esas mismas personas que dicen el niño y la niña, no suelen actuar con coherencia al bajar del estrado. «Quienes lo utilizan en la tarima, en las entrevistas o con la pluma… dejan de hacerlo cuando desparecen los focos o el micrófono».

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