Diario de León

Arte

El éxtasis al atardecer de José Antonio Barrera

El autor expone en el Coal una amplia muestra titulada ‘Arquitecturas Pintadas’

León

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Hay una mano de genio velazqueño, y de mirada y sonrisa de artista modesto, y retranca para relativizar el arte, y todo está en José Antonio Barrera González (Villadangos, 1946). Y a la vez se está ante una colección espectacular titulada Arquitecturas pintadas , que se puede ver en León en el Colegio de Arquitectos (Coal), Palacio de Gaviria, hasta el 10 de enero, de 11.00 a 14.00 horas.

Él dice que además es como una oportunidad para que León esté representado, porque muchos de los cuadros de este pintor, acuarelista y también experto en óleo surgen al atardecer, pintando sobre el terreno, allá donde puede darse el éxtasis de la gran luz, y donde él asegura que «se produce la máxima calidez de los colores». Y se sabe bastante de esos momentos a lo largo de los años de un maestro y profesor, que pinta en Carrizo, en León y allá donde descubra que pasa ese momento del contacto entre lienzo y pincel.

De Albarracín a La Cabrera, aunque toca más contenido leonés en esta muestra, Barrera recuerda que cuando tenía 12 años ya pintaba con la aspiración de que aquello fuera un cuadro, una inspiración que viene de entonces: «Yo desde niño tenía que tener un lápiz», dice, como quien atesora un juguete perfecto. «En aquellos colegios apostólicos de entonces yo me recuerdo pintando. Y como dicen mis amigos psicólogos: la pasión nubla la razón», cuenta, mientras se comparte visión de pinturas sobre La Valdorria, una bajada a La Cepeda, un Nevó en La Azotea , como título con La Catedral de fondo.

No hay hiperrealismo en sus cuadros, y, en cambio, todo está lleno de realidad, pero es realidad artística sin engaño, como si el lienzo llevara un relato: «No es real todo lo que se pinta. Hay una interpretación a la hora de representar esos paisajes», remarca.

Pero lo que sí hay en la obra de José Antonio Barrera es esa belleza cálida, y una producción abundante, pero que no apabulla, sino que lleva de cuadro en cuadro como en un viaje provincial y a otros lugares en donde él incorpora un lenguaje propio.

Ese lenguaje parte, explica, además de matizar la combinación que practica como creador que parte de lo abstracto pero que también contiene lo inevitable de su formación técnica como ingeniero industrial, donde aparece la idea de dibujo cónico, que es lo que el ojo ve, lo que la cámara capta.

Pero lo que es seguro en la mayoría de los cuadros es que parten de un instante sin definir. «Yo no dibujo, empiezo a pintar. Y lo primero igual es una mancha. No busco la perfección de acuarelistas minuciosos. Te acercas y ves otra cosa. Ya decían que la pintura huele mal para que el espectador se aleje y no vea los defectos del cuadro», comenta con humor. En su caso, la cercanía la aporta él al contar sus cuadros, y la panorámica es la de tantos presentes como los que le quedan por hacer e inventar. Porque retrata paisajes, pero también el atardecer. Y luego deja que lo cuenten amigos suyos, como Modesto Llamas, José Luis Puerto, Pepe Carralero, que aumentan su empeño de pintar hasta el climax de la luz.

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