Diario de León

Literatura

Gamoneda hace un ajuste de cuentas

Gamoneda ha tardado más de una década en publicar la segunda parte de las memorias que comenzó con ‘Un armario de sombra’ y que prosigue ahora con ‘La pobreza’. «De algunas personas digo lo que me apetece».

León

Creado:

Actualizado:

En Un armario lleno de sombra (2009) Antonio Gamoneda repasa los estragos de la penuria. Una infancia quebrada por la Guerra Civil. El recuerdo imborrable de ver pasar cuerdas de presos, con destino al campo de concentración de San Marcos, desde la ventana de su casa del Crucero. Ha tenido que pasar una larga década para que el autor del Libro de los venenos se decidiera a proseguir el relato de sus memorias, que concluían al cumplir 14 años, cuando empieza a trabajar como chico de los recados en el Banco Mercantil, de 5 de la mañana a 8 de la tarde, por un sueldo de 89 pesetas.

En febrero llegará a las librerías La pobreza (Galaxia Gutenberg), que el autor define como «un totum revolutum», porque discurre entre aquella adolescencia ‘robada’ y la actualidad, aunque sin una estructura cronológica. Por ello, Gamoneda advierte: «Dejo al lector el trabajo de montar ese desorden». Dice el escritor que en el olvido están los recuerdos. El título de esta segunda entrega de sus memorias «tiene mucho sentido», porque, como admite el autor de Sublevación inmóvil , la pobreza ha condicionado su vida y su escritura. «He sido pobre y, en alguna medida, lo somos casi todos los que pisamos el planeta».

El premio Cervantes repasa unos años que para él fueron «muy duros». «Para mí, para España y para la Humanidad». Por eso, «al libro no le sobra ese nombre». Una narración en la que el escritor reconoce que hay «un ajuste de cuentas». «De algunas personas digo lo que me apetece. No me muerdo la lengua ni conmigo ni con nadie». Personas que ha querido que aparezcan con nombres y apellidos. «De cada una escribo lo que me ha dictado el corazón».

¿Es un acto de valentía? Gamoneda responde que «si es un libro de memorias no se puede disfrazar la verdad. No tendría ningún sentido». «Yo tampoco le gusto a mucha gente y también hay mucha gente a la que quiero».

Ásperas, amargas, pero sobre todo, sinceras; así ha querido Gamoneda que sean sus memorias, sin paliativos, pero sin crueldad ni exhibicionismo. Hace unos meses el escritor Ignacio Martínez de Pisón confesaba: «Una de las anécdotas más desoladoras que conozco la encontré en Un armario lleno de sombra ». Se refiere al momento en el que van a exhumar los restos del padre de Gamoneda, fallecido en 1931, para depositarlos en una fosa común. «La madre, que había ahorrado lo suficiente para comprar un modesto nicho, envió al jovencísimo Antonio para que supervisara la operación y, de paso, rescatara las prótesis de oro de la dentadura del muerto...». Los empleados del cementerio tenían la misma idea. Pero el joven se mantuvo firme. «Finalmente, envolvió los restos en su pañuelo, regresó a León y se los entregó a su madre, que se estaba quedando sin dientes por culpa de la piorrea y necesitaba ese oro para su propia prótesis».

tracking